13 de abril de 2010

Balzac en el siglo XXI

En estos días todo buen teléfilo anda a vueltas con la última temporada de Lost especulando sobre si le resolverá o no todas las preguntas que se han venido planteando (¿apostamos algo a que no?). Yo, en cambio, voy a ir a contracorriente para no variar. En primer lugar porque ya hablé en su primera y maravillosa temporada a propósito de una anécdota que contaba Locke sobre Miguel Ángel. Y en segundo lugar porque, tras varias temporadas de desvaríos múltiples, Lost ya no me da ni para hacer chistes con los que cabrear a mis amigos más fan: los ¿guionistas? se bastan y se sobran para autoparodiarse solitos (Ricardito Alpert, ¿les suena?). Por supuesto, ahí sigo atentísima a cualquier nuevo capítulo para, ipso facto, descargármelo con ansia, vérmelo, cabrearme y volverme a preguntar por qué sigo enganchada a este culebrón de líos paterno-filiales (algún guionista emporrado se ha puesto ciego de Freud y Lacal) trufado de paradojas temporales y monstruos de serie B.

El caso es que por algún lado hay que empezar cuando una se plantea retomar por enésima vez (descuiden, que habrá una enésima+1) su abandonado blog, así que he decidido aprovechar que acabo de terminarme esa obra maestra llamada The wire para recomendarla.


Y lo primero, sin duda, es advertir de que The wire no es fast food. Es una de esas series de comida lenta y digestión diferida. Uno ve el piloto y se pregunta: ¿tanta expectación para esto?, ¿pero quién leches eran todos estos tíos? Personajes y personajes sin aparente ligazón entre ellos y una trama que se nos escapa por completo. Pero es que The wire no solo nos va a contar una historia; The wire nos va a pintar un fresco, completo hasta el detalle, de la sociedad de Baltimore. Y para eso se requiere tiempo y paciencia. Al modo de la Vetusta de Clarín o la Rusia de Dostoievsky.

Policías y traficantes, sí, pero también políticos, periodistas, sindicalistas, jueces, abogados, millonarios de pelotazo, profesores y pedagogos, pastores evangélicos de todo pelaje y abanderados de la sociedad civil. Una disección precisa y milimétrica de todas las miserias -y grandezas, que también las hay- de cualquier sociedad moderna. Porque, ciertamente, hay aspectos muy específicos de la peculiar democracia norteamericana pero el fresco social que nos dibuja es extrapolable a cualquier sociedad que conozcamos. Toda una Comedia humana de nuestra época.


El otro día, hablando con un querido amigo, le comentaba que viendo esta serie uno se percata de lo fascinante que resulta la humanidad. Siete mil años de civilización llevados a cabo gracias a un exiguo 1% de esforzados seres humanos brillantes, honestos y trabajadores que deben cargar con ese otro 99% de inútiles, desidiosos y/o corruptos. ¡Lo que hubiéramos llegado a lograr con un 2%!

Si después de todo esto se animan a verla, ya me contarán qué les parece. Ya verán qué guión maravilloso, como para tomar nota sin parar de sus afiladas citas. Y qué slang más fascinante el que hablan los personajes. Les dejo con un vídeo con 100 citas de la serie para abrir boca. Está lleno de spoilers, claro, pero si no han comenzado a ver la serie no les va a destripar nada porque no van a reconocer a los personajes. Evítenlo si aún no han visto la quinta temporada.

Sean curiosos y felices ;-)

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