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13 de noviembre de 2012

Savater habla sobre laicismo y laicidad

Las redes sociales han matado a los blogs, estoy convencida de ello. O, al menos, a los modestamente personales como el mío. Desde que tengo Facebook y Twitter, todos aquellos enlaces y vídeos de interés que antes me forzaban a escribir un post, ahora los comparto en forma de simple reseña. Al fin y al cabo, los que me leían aquí y los que me siguen allí son casi los mismos. Rápido y eficaz. Y muy empobrecedor, ¿verdad?

Esto lo encontré por ahí (creo que en Twitter, pero no recuerdo) y lo compartí inmediatamente en mis perfiles sociales. Debieron visionarlo unos cuantos ese día y después pasó al olvido. Así son las redes sociales: prácticas e inmediatas. Muy útiles para estar informado, pero poco dadas a la reflexión profunda. 

Por eso, en uno de esos cíclicos empujones que alguien me da para continuar con tu blog ("Oye, que yo te leo. ¡Actualiza!"), he decidido que este vídeo debe ser difundido más allá del fast food de las redes sociales. ¡Estoy tan de acuerdo con el 95% de lo que dice Savater! Échenle paciencia y escuchen con calma. No es obligatorio estar de acuerdo (¡faltaría más!), pero sí reflexionar.


Por cierto, un blog se alimenta de comentarios. Es triste pedirlos, pero si ustedes comentan e interactúan será más fácil que yo venza la pereza a la hora de actualizar esto. Y, ya saben, sean curiosos y felices ;-)

9 de abril de 2011

¿Bachillerato de la excelencia?

La última propuesta educativa de la Comunidad de Madrid consiste en la creación de un instituto con un Bachillerato especial adaptado para los alumnos con mayor excelencia, sea lo que sea que quiere decir eso. Puede ser una idea electoralista, pero no es nueva: por lo visto, el PSOE hace tiempo que andaba estudiando propuestas parecidas. 

A mí, nada más oírlo, me pareció la última barbaridad de nuestra clase política, poco dada a la reflexión y muy proclive al golpe de efecto facilón que proporciona abundantes titulares de prensa. Pero, para mi sorpresa, me he encontrado con una corriente muy favorable en la opinión pública. Por cuestiones personales que no voy a detallar aquí, es un tema que me toca muy de cerca y que, por tanto, me indigna sobremanera, por lo que voy a tratar de explicar por qué me parece una barbaridad, incluso en el caso de que su origen estuviera en un bienintencionado intento por solucionar los problemas educativos. Son tantos los peros que no sé ni por dónde empezar. Por eso les recomiendo la lectura del post De la excelencia del blog Eso de la ESO, donde se dan una buena lista de argumentos con los que coincido plenamente. Como suscribo punto por punto todos los anteriores, me voy a limitar a añadir o completar aquellos que no están tratados.

Suponer que en Madrid sólo existen 50 alumnos excelentes me parece una temeridad. Y, si lo que se pretende es recoger únicamente a los 50 mejores, algo así como un catálogo de pequeños Einsteins con cocientes de 150 o más, me temo que en muchos casos llegan tarde: gran parte de estos alumnos hace años que se aburrieron (en los primeros cursos de Primaria seguramente) y es posible que se dediquen "a vivir de las rentas" sacando notas medianitas sin tocar un solo libro mientras gastan su esfuerzo y su tiempo en asuntos más enriquecedores para ellos. 

Además, como premio para esa excelencia, los vamos a sacar de su centro y su entorno, los vamos a separar de sus amigos justo en Bachillerato, justo cuando los compañeros que les rodean están comenzando a alcanzar unos niveles de madurez que empiezan a hacer posible el entendimiento mutuo. Ese chaval "excelente" que en segundo de Primaria buscaba desesperadamente la compañía de adultos con los que conversar de determinados temas ahora empieza a tener compañeros casi adultos como él y entonces nos lo llevamos a otro centro, a que vuelva a comenzar a establecer relaciones personales desde cero. Bonita manera de premiarle. ¿O es que acaso alguien está sugeriendo que estos "excelentes" son una panda de frikis asociales e incomprendidos incapaces de tener amigos en sus centros?

Y, claro está, esperemos que el "excelente" sea hijo único, porque no alcanzo a imaginar los problemas familiares suscitados ante ese hermano "mediocre" que no ha logrado llegar al centro excelente porque no logra más que obtener 9 tras 9 en el instituto.

Bien, ya tenemos a nuestro "excelente" rodeados de "excelentes" en su nuevo instituto. ¿Qué va a pasar con el menos excelente de todos ellos? Porque es evidente que en todo grupo de gente siempre hay alguien mejor y alguien peor. No alcanzo a imaginar cómo va a digerir alguien acostumbrado a ser el mejor de la clase encontrarse con que de repente es el último, el objeto de las burlas del resto. ¿Y el más excelente de los excelentes? ¿Habrá alguien que logre algún día enseñarle algo de humildad? 

¿Y quién va a dar clase a esos alumnos? Ya pueden tener cuidado en escoger cuidadosamente a los profesores porque no hay nada más difícil de manejar que un alumno que sabe más que el profesor. En el colegio en el que trabajé había un alumno sobredotado al que habían adelantado de curso. Ningún profesor sabía manejarlo y todos veían como ataques las preguntas del alumno. Y seguro que acabaron siéndolo tras meses de preguntas sinceras que eran recibidas, que no respondidas, con hostilidad y a la defensiva. 

¿Y cuando acaben el Bachillerato? Esos alumnos que han vivido dos años en un mar de excelencia y brillantez tendrán que reintegrarse a la mediocre vida real, a universidades repletas de personas "normales", con profesores para los que volverán a ser un número. Y, salvo que acaben trabajando ellos solos en un despacho elucubrando complejas teorías sin colaborar con nadie más, tendrán un problema serio a la hora de integrarse en un entorno laboral cualquiera. Olvídense de que estas "élites" sean capaces de dirigir grupos, de ejercer liderazgo, de enseñar y transmitir su conocimiento a su equipo. Cuánto talento desperdiciado por haber sido mal encauzado. Trabajar y colaborar con el que es más mediocre que uno es difícil, muy difícil, y debe aprenderse. Es muy complicado no ser condescendiente, e incluso intolerante, cuando tu compañero de trabajo desconoce algo que tú consideras trivial, cuando no responde con la misma eficacia que esperas. 

Suponer que un alumno que es brillante en las materias académicas no tiene nada que aprender del resto me parece una osadía. La superación personal, el trabajo en equipo, la empatía, la comunicación... son tantas cosas las que se aprenden en un aula más allá de lo académico. Y no se engañen: son tan importantes como la física. La falta alguno de ellos influye enormemente en el desempeño profesional salvo que hablemos de uno de eso empleos solipsistas para genios que debe tener alguno en mente. 

Claro que hay que atender a los mejores alumnos. Claro que es triste y terrible que haya gente que disimule todo lo que sabe para parecer más ignorante y no destacar -qué me van a contar a mí-. Pero estas medidas, lejos de ayudar, empeoran la aceptación social de esas personas. Pongamos más medios, más profesores para que los grupos sean más reducidos y cada uno pueda recibir la atención que merece; más profesores para que se puedan hacer desdobles y grupos flexibles. Instauremos una promoción horizontal real de los docentes de forma que se les remunere adecuadamente por iniciativas tales como montar un grupo de teatro, organizar una liga deportiva escolar, editar una revista en el instituto, crear un grupo de trabajo para las olimpiadas matemáticas... actividades todas ellas que a día de hoy dependen del voluntarismo y la vocación de los profesores y que, en muchos casos, ni siquiera les supone ganar puntos para los concursos de traslados (no hablemos ya de dinero extra). Hagamos una reforma profunda y seria de la educación, pero esta vez consensuada, duradera y centrada en lo esencial. No es que debates como el de la Religión o la asignatura de Educación para la ciudadanía no sean importantes, pero son secundarios y me parece bastante triste que cada vez que se plantea una reforma educativa sean estos temas trasversales los que secuestran el debate dejando apartadas del foco de atención las cuestiones esenciales.

Actualmente existe un programa para alumnos sobredotados en la Comunidad de Madrid. Se realiza en horas extraescolares y conozco gente que participa en él. Me hablaron el otro día del proyecto y me pareció algo precioso en lo que colaborar. Pero los medios son paupérrimos, la dotación económica para los docentes que participan en él (fuera de horario laboral: tardes entre semana y sábados) es casi simbólica y se les obliga a rellenar toneladas de informes burocráticos de seguimiento. Conozco a una persona que ha dejado el programa, pese a estar encantada por la experiencia y el trato con los chicos, por miedo a que toda esa tonelada de información extraída de los chicos que le obligaban a aportar fuera usada mal. 

Porque el punto fundamental aquí es qué espera la sociedad de estos chicos. Oyendo hablar a gente de este programa uno tiene la sensación de que para las instituciones son una suerte de especímenes de laboratorio que son engordados y observados esperando obtener algo a partir de ellos. El objetivo no parece ser lograr que cada cual se desarrolle conforme a sus capacidades y acabe encontrando su lugar en la vida, sino exprimir sus capacidades para maximizar el retorno de la inversión efectuada en su educación. 

Hace tiempo recuerdo haber leído un reportaje en el que se entrevistaba a personas con un cociente intelectual altísimo de nuestro país. Siento no poder citar la fuente, porque es algo que leí hace muchísimo y no lo he logrado encontrar (creo que salió en El País Semanal; si alguien puede aportar la fuente se lo agradecería). Lo sorprendente de aquel artículo es que junto a algún científico la mayoría eran personas que habían optado por una vida "normal": algún docente, un taxista, el dueño de un pequeño negocio local... Todos ellos coincidían en su curiosidad y sus ganas de aprender continuamente, pero insistían en lo que les había costado encontrar su lugar en el mundo. El taxista comentaba que su objetivo era ser feliz en la vida y no consideraba prioritario autorrealizarse en el trabajo, sino en su tiempo de ocio, y por eso había decidido dejar el estrés de su trabajo anterior para hacerse taxista. Se trata de una decisión absolutamente respetable a la que cualquier persona, independientemente de su capacidad, debería tener derecho. Tener ambición y ser competitivo no debería ser obligatorio.

Con todo este tema se han puesto muchas veces como ejemplo los centros de alto rendimiento para deportistas. Me parece un ejemplo acertado. Cuando se habla de estos centros todo el mundo piensa en el deportista que llega a colgarse la medalla olímpica y alcanza la fama. Lo que nadie se para a pensar es en la cantidad de chicos que se quedan por el camino, que sacrifican su infancia, su adolescencia y, en ocasiones, su salud, corriendo detrás de un sueño que no van a alcanzar jamás. Triunfen o no triunfen, luego está el problema de qué hacer con estos deportistas cuando llegan a la treintena y se acaba su vida deportiva sin más habilidades que un deporte para el que ya no sirven. Los que tienen suerte se dedican al periodismo o la docencia deportiva, pero ¿y el resto? Las canteras juveniles de los grandes equipos de fútbol están llenos de sueños rotos y futuros peones de albañil.

Lo que subyace debajo de todo esto, lo que me parece a mí el punto fundamental de este debate es qué tipo de sociedad queremos. ¿Queremos ganar muchas medallas en las olimpiadas o conseguir que todo niño que quiera practicar un deporte, por minoritario que este sea, tenga los medios para hacerlo? ¿Queremos una sociedad a la americana, con multitud de premios Nobel pero índices de analfabetismo al nivel de países subdesarrollados y grandes masas de ciudadanos mediocres y manipulables? ¿O, en cambio, preferimos el modelo finlandés que, quizá, no tenga demasiados premios Nobel, pero que va a la cabeza de Europa en cuanto a índices lectores y de competencia matemática de sus ciudadanos?

Reflexionen sobre ello. La educación no debe tratarse a golpe de ideología y titular de prensa, sino desde el sosiego, la sensatez y el diálogo. Y de forma absolutamente prioritaria. Como dijo Concepción Arenal: "Abrid escuelas y se cerrarán las cárceles". Reflexionen. Y sean felices ;-)

3 de enero de 2007

Un abrazo para todos

Ya está: me vuelvo a marchar de viaje. Será corto. No creo que llegue a 20 horas entre la ida y la vuelta, pero se presume divertido. Y, bueno, creo que aún no les he felicitado el año nuevo, así que, ya que estamos, voy a aprovechar que me topé el otro día con este vídeo para enviarles a todos un gran abrazo. La verdad es que la primera vez que oí hablar de este proyecto me pareció una chorrada, pero ahora que veo el vídeo... no sé, me deja una sonrisa durante un buen rato, así que lo mismo un día de estos cojo y hago lo mismo. En fin, allá va:



El vídeo lleva una introducción explicativa que corto y pego a continuación:
Abrazos gratis en Malaga - Proyecto apoyado por el Instituto Las Viñas Mollina a través del coordinador TIC del centro (Angel Rueda).
Musica: Sick Puppies - All The Same

- Tan simple como un abrazo.

Abrazadores: Juan Carlos, Rocio y Yamila. Coordinador y creador del video: Angel Rueda (profesor de informatica)

Gracias a todos por colaborar, no olvidaremos nunca ese día.

Soy profesor de un instituto en Málaga. El pasado día 22 de diciembre me lancé a calle junto con 3 alumnos con el propósito de llevar a cabo y apoyar el proyecto "ABRAZO GRATIS".(iniciativa de Juan Mann)

Sin duda una actividad preciosa e inolvidable, donde un simple cartel con la frase "Abrazo gratis" hizo posible que todas las personas que paseaban aquella mañana pusieran un granito de arena colaborando al proyecto con un abrazo. El resultado fue... maravilloso

(Luchemos por una educación sin violencia)
Pues eso, que un abrazo enorme para todos en este 2007 ;-)

29 de junio de 2006

Docentes en la carretera

Una de mis más queridas amigas es profesora en un instituto. Vive en Alcorcón y estaba destinada provisionalmente en un instituto de un pueblo de la zona. Le acaban de dar su destino definitivo: Alcalá de Henares. Para los que no sois de Madrid os diré que, si antes tenía diez minutos de coche desde su casa hasta el instituto, ahora le espera diariamente más de una hora de carretera -atascadísima en algunos tramos- para llegar a su trabajo. En transporte público la cosa no mejora, puesto que deberá caminar diez minutos hasta el tren, realizar un trasbordo y, después de una hora de camino, ya en Alcalá, tomar otro autobús que, además, tiene una frecuencia irrisoria. Vamos, toda una excursión.
En estas circunstancias, es evidente que su nivel de implicación en el nuevo centro será muy inferior al que tenía antes. Y no porque no quiera. Simplemente es que quedarse un par de tardes organizando actividades extraescolares para los chavales no supone lo mismo si uno está a diez minutos de su casa que si tiene por delante un pequeño viaje digno del mismísimo Marco Polo.
El asunto es flagrante puesto que existen otros compañeros en idéntica situación pero a la inversa: viven en el área de influencia de Alcalá pero trabajan en el antiguo centro de mi amiga. Unos y otros estarían encantados de intercambiar sus puestos de trabajo, pero la Comunidad de Madrid no lo permite, no me pregunten por qué.
Pocos problemas he visto más sencillos que éste. Si dos docentes de la misma especialidad se ponen de acuerdo entre sí para realizar una permuta entre sus puestos de trabajo, no se me ocurre ninguna razón más allá de la dejadez administrativa y la desidia por la que no pueda llevarse a cabo. De hecho, supondría un ahorro económico, puesto que la Comunidad de Madrid ofrece una pequeña ayuda por transporte en función de la distancia del centro de trabajo al domicilio.
El sentido común es el menos común de los sentidos, axioma que queda claramente puesto de manifiesto en este caso. La situación de mi amiga no es, desgraciadamente, una excepción. Miles de docentes pasan innecesariamente horas en la carretera cada día, lo cual no sólo supone una merma en su rendimiento profesional, sino que además es un obstáculo importante para la conciliación de la vida familiar y, sobre todo, atenta contra los principios de seguridad e higiene en el trabajo al incrementar notablemente los riesgos de padecer accidentes in itinere. Resulta más que curioso oír a las Administraciones hacer recomendaciones y normas sobre seguridad en el trabajo mientras sus propios empleados tienen que sufrir las consecuencias de su dejadez y su desidia.
Por cierto, ¿alguien puede contestarme por qué ninguno de los sindicatos docentes mayoritarios ha abarcado nunca este problema?

13 de febrero de 2006

Movilización educativa de la sociedad civil

"La preocupación universal por la educación ha generado un sistema de excusas en el que todo el mundo echa las culpas al vecino. Los padres a la escuela, la escuela a los padres, todos a la televisión, la televisión a los espectadores, al final acabamos pidiendo soluciones al gobierno, que apela a la responsabilidad de los ciudadanos, y otra vez a empezar. En esta rueda infernal de las excusas podemos estar girando hasta el día del juicio."

Así comienza el manifiesto del filósofo y profesor de Secundaria José Antonio Marina titulado Para educar a un niño hace falta la tribu entera. Desde este, nuestro ático, siempre aplaudimos cualquier iniciativa por y desde la sociedad civil. En esta ocasión, además, suscribimos punto por punto el contenido del manifiesto que, por cierto, podéis encontrar aquí.

22 de diciembre de 2005

A vueltas con la cultura excluyente

Bloggeando (bonito palabro) de aquí para allá he recaído en la bitácora de Pjorge, al que suelo leer de vez en cuando. De no ser porque a estas alturas ya no me sorprenden según qué cosas, me hubiera caído de espaldas al leer la siguiente afirmación hecha, nada más y nada menos, por Francisco Rico:
"[...] La culpa es de los planes de estudios, que convierten estas asignaturas en marías. Las básicas deberían ser la lengua española y la lengua extranjera. Y la literatura, que es lo que enseña a conocer el mundo. Las asignaturas técnicas, las matemáticas, no hacen ninguna falta: cualquier calculadora u ordenador te lo da todo hecho."

El texto que recoge Pjorge (aquí el enlace al artículo) parece que forma parte de un artículo aparecido en El País allá por 1996. Puesto que no dispongo de acceso a la hemeroteca de este periódico, dejaremos aparte la cuestión sobre la barbaridad que supone que todo un Catedrático de la Real Academia vaya por ahí haciendo gala de su ignorancia.
Y es que la ignorancia suele ser osada y exhibicionista. Que Rico supuestamente considere que las matemáticas quedan resueltas con el uso de una calculadora es equiparable a que nos ventilemos el Plan de Fomento de la Lectura con la lectura de los tickets del supermercado. Total, ¿para qué querría nadie leer una égloga de Garcilaso?
Por desgracia no es un hecho aislado. Basta con "confesar" en un supuesto círculo intelectual que se acaba de disfrutar enormemente con la lectura de un cómic para observar cientos de ojos atónitos a su alrededor. Y, si entre los estudiantes "de ciencias" el porcentaje de lectores habituales suele ser escaso, no menos triste resulta el hecho de encontrar similares porcentajes de "adiestramiento informático" o de simple cultura científica entre los "de letras". Unos y otros adolecen de las mismas ignorancias, unos y otros desprecian a los contrarios por su falta de conocimientos en sus respectivos campos.
Cultura, en mi opinión, es cualquier expresión del alma humana, lo cual incluye todo lo que nos rodea. Aspirar al saber universal es un antiguo ideal, tan utópico como deseable. Desde aquí abogamos por la recuperación de la curiosidad, por la apertura de miras, por la búsqueda continua de nuevas experiencias y saberes. Por un poquito de ese ideal renacentista que el hombre olvidó en algún momento de los últimos siglos.