Una de mis más queridas amigas es profesora en un instituto. Vive en Alcorcón y estaba destinada provisionalmente en un instituto de un pueblo de la zona. Le acaban de dar su destino definitivo: Alcalá de Henares. Para los que no sois de Madrid os diré que, si antes tenía diez minutos de coche desde su casa hasta el instituto, ahora le espera diariamente más de una hora de carretera -atascadísima en algunos tramos- para llegar a su trabajo. En transporte público la cosa no mejora, puesto que deberá caminar diez minutos hasta el tren, realizar un trasbordo y, después de una hora de camino, ya en Alcalá, tomar otro autobús que, además, tiene una frecuencia irrisoria. Vamos, toda una excursión.
En estas circunstancias, es evidente que su nivel de implicación en el nuevo centro será muy inferior al que tenía antes. Y no porque no quiera. Simplemente es que quedarse un par de tardes organizando actividades extraescolares para los chavales no supone lo mismo si uno está a diez minutos de su casa que si tiene por delante un pequeño viaje digno del mismísimo Marco Polo.
El asunto es flagrante puesto que existen otros compañeros en idéntica situación pero a la inversa: viven en el área de influencia de Alcalá pero trabajan en el antiguo centro de mi amiga. Unos y otros estarían encantados de intercambiar sus puestos de trabajo, pero la Comunidad de Madrid no lo permite, no me pregunten por qué.
Pocos problemas he visto más sencillos que éste. Si dos docentes de la misma especialidad se ponen de acuerdo entre sí para realizar una permuta entre sus puestos de trabajo, no se me ocurre ninguna razón más allá de la dejadez administrativa y la desidia por la que no pueda llevarse a cabo. De hecho, supondría un ahorro económico, puesto que la Comunidad de Madrid ofrece una pequeña ayuda por transporte en función de la distancia del centro de trabajo al domicilio.
El sentido común es el menos común de los sentidos, axioma que queda claramente puesto de manifiesto en este caso. La situación de mi amiga no es, desgraciadamente, una excepción. Miles de docentes pasan innecesariamente horas en la carretera cada día, lo cual no sólo supone una merma en su rendimiento profesional, sino que además es un obstáculo importante para la conciliación de la vida familiar y, sobre todo, atenta contra los principios de seguridad e higiene en el trabajo al incrementar notablemente los riesgos de padecer accidentes in itinere. Resulta más que curioso oír a las Administraciones hacer recomendaciones y normas sobre seguridad en el trabajo mientras sus propios empleados tienen que sufrir las consecuencias de su dejadez y su desidia.
Por cierto, ¿alguien puede contestarme por qué ninguno de los sindicatos docentes mayoritarios ha abarcado nunca este problema?
En estas circunstancias, es evidente que su nivel de implicación en el nuevo centro será muy inferior al que tenía antes. Y no porque no quiera. Simplemente es que quedarse un par de tardes organizando actividades extraescolares para los chavales no supone lo mismo si uno está a diez minutos de su casa que si tiene por delante un pequeño viaje digno del mismísimo Marco Polo.
El asunto es flagrante puesto que existen otros compañeros en idéntica situación pero a la inversa: viven en el área de influencia de Alcalá pero trabajan en el antiguo centro de mi amiga. Unos y otros estarían encantados de intercambiar sus puestos de trabajo, pero la Comunidad de Madrid no lo permite, no me pregunten por qué.
Pocos problemas he visto más sencillos que éste. Si dos docentes de la misma especialidad se ponen de acuerdo entre sí para realizar una permuta entre sus puestos de trabajo, no se me ocurre ninguna razón más allá de la dejadez administrativa y la desidia por la que no pueda llevarse a cabo. De hecho, supondría un ahorro económico, puesto que la Comunidad de Madrid ofrece una pequeña ayuda por transporte en función de la distancia del centro de trabajo al domicilio.
El sentido común es el menos común de los sentidos, axioma que queda claramente puesto de manifiesto en este caso. La situación de mi amiga no es, desgraciadamente, una excepción. Miles de docentes pasan innecesariamente horas en la carretera cada día, lo cual no sólo supone una merma en su rendimiento profesional, sino que además es un obstáculo importante para la conciliación de la vida familiar y, sobre todo, atenta contra los principios de seguridad e higiene en el trabajo al incrementar notablemente los riesgos de padecer accidentes in itinere. Resulta más que curioso oír a las Administraciones hacer recomendaciones y normas sobre seguridad en el trabajo mientras sus propios empleados tienen que sufrir las consecuencias de su dejadez y su desidia.
Por cierto, ¿alguien puede contestarme por qué ninguno de los sindicatos docentes mayoritarios ha abarcado nunca este problema?
2 comentarios:
Lamentablemente, los sindicatos docentes mayoritarios son, ante todo, una mafia que tiene mucho de esos sindicalistas que con tanto acierto retrataba el hospital de Las invasiones bárbaras...
En mi caso, como nota anecdótica, uno de esos estupendos sindicatos docentes mayoritarios intentó invalidar los puntos que había obtenido tras un curso de docencia que me había costado unas cuantas horas, unos cuantos trabajos y unos muchos euros, con la excusa de que no podía considerarse buena mi nota por no haber ejercido antes.
Esos mismos sindicatos docentes mayoritarios han conseguido que este año se cierren listas de interinos (algo que jamás se había hecho) para que haya un bonito agravio comparativo entre los que se presentaron a las últimas oposiciones y los que se presentan a esta.
Si para arreglar el desaguisado que con tanto acierto denuncias, hemos de depender de esa panda de desalmados y egoístas que son los sindicatos docentes, vamos listos...
Por cierto, y aunque me duela, del tema sindicatos tengo más de una duda. En mis empresas, por ejemplo, han sido los encargados de vender siempre a los más débiles en su propio beneficio, tal y como vi en mi antigua y en mi actual editorial.
Siempre estuvimos afiliados en mi casa, pero -la verdad- no recuerdo la última vez que me sentí orgulloso o, cuando menos, apoyado por este nefasto sindicalismo español que tan escaso de historia y mentes brillantes -salvo excepciones- no deja de ser, de momento, un pasto de egoísmos varios e intereses creados.
A su modo, tienen más de los sindicatos verticales falangistas -en cuanto inocuos y dirigidos- que de lo que realmente debería ser un auténtico sindicato.
En fin...
Respecto a las permutas, se podria barajar la opcion de permutar domicilios entre los docentes. Si alguno todavia vive en el hogar paterno sera como los intercambios de estudiantes para aprender idiomas. Si no son muy escrupulosos podrian incluso intercambiar pareja e hijos.
Respecto a los sindicatos, en mi anterior empresa, una multinacional americana, habia una clausula que decia: "No existe representacion sindical". Probablemente seria ilegal, pero todos lo firmabamos.
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