Y, por fin, vamos a ver si soy capaz de resumir mis impresiones sobre esta mi primera temporada de Ópera del Real.
Un ballo in maschera
Comenzamos a lo grande, con un Verdi: Un baile de máscaras. Y digo a lo grande porque es la típica función que alguien que acude por primera vez a la ópera espera ver: grandes decorados, escenarios cambiantes, vestuario de época, bailes, coros grandilocuentes...
No es precisamente una de mis óperas preferidas. Es una mera cuestión de gusto personal, pero no me va demasiado Verdi cuando se pone grandilocuente. No me gusta demasiado este Verdi como tampoco me gusta Aida. Me da la sensación de que compone tratando de meter con calzador aquello que sabe que le va a hacer gracia al público. La mayor parte de las veces acierta -y cómo- pero otras... En esta, sin ir más lejos, el primer cuadro acaba con un can-cán pegajoso hasta decir basta. Sales al descanso tarareándolo sin remedio, pero ¿y la emoción? ¿Dónde queda la emoción? En fin, para gustos los colores.
El caso es que pude asistir dos veces y ver los dos repartos. El segundo estuvo bastante correcto, pero el primero, con Marcelo Álvarez de Riccardo, Violeta Urmana de Amelia y la Marianelli haciendo de Oscar, estuvo inolvidable. Musicalmente, la temporada comenzó por todo lo alto. Qué maravilla.
En cuanto a la dirección escénica de Mario Martone, muy espectacular como ya he dicho. De las que meten muchísima tramolla y siguen una línea verista, fiel al escenario donde se ubica la ópera. Acompañó sin aportar gran cosa al argumento, aunque me gustó bastante el truco del espejo al final del último acto. Me explico: la acción transcurre en un palacio donde se celebra un baile de máscaras. Gracias a un espejo hábilmente colocado podían observarse dos pisos y las escaleras que comunicaban ambos. Así, cuando asesinan al Duque, se va viendo cómo corre la noticia de un lado al otro del palacio. Ingenioso.
Les dejo un vídeo que he encontrado por ahí. Creo que es una especie de trailer del DVD porque resume varias escenas de la obra. Perfecto para hacerse una idea.
Il trionfo del tempo e del disinganno
La segunda de las obras de mi abono daba miedito a priori: un oratorio de Haendel en el que cuatro personajes alegóricos -el Placer, la Belleza, el Tiempo y el Desengaño- exponen sus argumentos en una suerte de batalla dialéctica. Cuando Haendel lo compuso, la ópera estaba prohibida en Roma por orden papal, de ahí que decidiera utilizar la excusa del oratorio para introducir formas cercanas a la ópera y es por eso que en esta producción se haya decidido representarlo como si de una ópera se tratara. Pero claro, la perspectiva de unas cuantas horas de disquisiciones filosóficas entre cuatro personajes me producía, cuanto menos, respeto.
Y, pese a mis temores, este Trionfo del tempo resultó un espectáculo estupendo. Una auténtica delicia musical con un cuarteto inmenso -Steve Davislim como el Tiempo, Vivica Genaux como el Placer, Marijana Mijanovic como el Desengaño e Isabel Rey como la Belleza-, en especial las dos últimas, y una puesta en escena con grandes valores estéticos y que aportaba dinamismo a una pieza bastante estática. Muy muy recomendable.
Aquí, el Placer (Vivica Genaux) exponiéndole sus argumentos a la Belleza (Isabel Rey) en "Un pensiero nemico di pace":
Y el magnífico final, con la Belleza rendida al Desengaño y al Tiempo:
Katia Kabanová
Y luego vino la gran traca. Maravilloso el Katia Kabanová -del que ya hablé aquí-, con una puesta en escena impecable de Robert Carsen. A destacar, la impresionante Katia que compone Karita Mattila, aunque hay que decir que esta fue de esas funciones en las que todo estuvo perfecto. Una auténtica joya que bien vale un abono de ópera.
Hay que decir que es una ópera que me gusta mucho, así que mi nivel de exigencia estaba muy alto. Me encantan las óperas de Janácek. Quizás sea por esa obsesión, casi de lingüista, por cómo la música subraya la fonética del texto. O por esa modernidad que anuncia su música. O por su temática, dura, desgarradora, absolutamente decimonónica. Son óperas que se te agarran al pecho, que te meten de lleno en el conflicto de sus protagonistas, en esos amores imposibles ahogados por la masa bien pensante.
En cuanto a la escenografía, una auténtica genialidad. Robert Carsen toma el motivo del río, muy presente en el argumento, y lo convierte en un protagonista más de la ópera al llenar todo el escenario de agua y crear un montaje basado en unos pocos elementos -tablones de madera, sillas- y un magnífico juego de luces, reflejos y sombras. Bellísimo.
Por más que he buscado, no he logrado encontrar más que este vídeo del montaje, en el que Katia se entrega a su amante. De todas formas, en la web del Real (ver el enlace más arriba) aún están disponibles un buen puñado de vídeos.
The rake's progress
Esta es, quizás, de las que menos me llegaron este año. Objetivamente no estuvo nada mal, pero las sensaciones del Katia estaban demasiado recientes y era realmente difícil aguantar la comparación. Y es que The rake's progress está al extremo lado operísticamente hablando que Katia Kabanová. Frente al dramatismo de esta, el libreto bufo de aquella; frente al lenguaje musical contemporáneo, esa especie de refrito-homenaje de formas operísticas que compone Stravinsky. No obstante, como ya he dicho, no hay peros que oponer a este montaje y el público en general salió bastante satisfecho. Como en todo, uno tiene sus días y yo este, simplemente, no logré conectar con el espectáculo.
Y es que reconozco que, Mozart aparte, me cuesta entrar con la ópera bufa. Y, qué quieren que les diga, un libreto que toma el mito de Fausto y lo mezcla con elementos como, por ejemplo, una mujer barbuda no me apasiona demasiado.
En cuanto al montaje, de Robert Lepage, ubicaba con acierto el escenario en el mundo de Hollywood. ¿Qué mejor para ilustrar la carrera de un libertino que recurrir a un muchacho del medio Oeste que acaba encumbrado en la meca del cine? Así, Lepage nos llena el escenario de elementos cinéfilos, con claros referentes a películas como Gigante o El crepúsculo de los dioses en un montaje muy dado al ilusionismo y el juego y con unos toques de humor que venían muy bien a la obra. Bastante acertado, la verdad, aunque yo prefiero un tipo de montaje -y de ópera- más íntima, que sugiera más que muestre.
En el siguiente vídeo, el libertino Tom Rakewell (Toby Spence) nos cuenta durante el primer acto sus sueños de grandeza:
Este otro es una selección de escenas para la versión de la Royal Opera House. Los cantantes no son los mismos, pero el montaje sí, así que bien sirve para hacerse una idea. Como de costumbre, en el enlace del Teatro Real de más arriba hay más vídeos y fotos.
El resto de la temporada lo dejo para un próximo post. Sean curiosos y felices ;-)
Un ballo in maschera
Comenzamos a lo grande, con un Verdi: Un baile de máscaras. Y digo a lo grande porque es la típica función que alguien que acude por primera vez a la ópera espera ver: grandes decorados, escenarios cambiantes, vestuario de época, bailes, coros grandilocuentes...
No es precisamente una de mis óperas preferidas. Es una mera cuestión de gusto personal, pero no me va demasiado Verdi cuando se pone grandilocuente. No me gusta demasiado este Verdi como tampoco me gusta Aida. Me da la sensación de que compone tratando de meter con calzador aquello que sabe que le va a hacer gracia al público. La mayor parte de las veces acierta -y cómo- pero otras... En esta, sin ir más lejos, el primer cuadro acaba con un can-cán pegajoso hasta decir basta. Sales al descanso tarareándolo sin remedio, pero ¿y la emoción? ¿Dónde queda la emoción? En fin, para gustos los colores.
El caso es que pude asistir dos veces y ver los dos repartos. El segundo estuvo bastante correcto, pero el primero, con Marcelo Álvarez de Riccardo, Violeta Urmana de Amelia y la Marianelli haciendo de Oscar, estuvo inolvidable. Musicalmente, la temporada comenzó por todo lo alto. Qué maravilla.
En cuanto a la dirección escénica de Mario Martone, muy espectacular como ya he dicho. De las que meten muchísima tramolla y siguen una línea verista, fiel al escenario donde se ubica la ópera. Acompañó sin aportar gran cosa al argumento, aunque me gustó bastante el truco del espejo al final del último acto. Me explico: la acción transcurre en un palacio donde se celebra un baile de máscaras. Gracias a un espejo hábilmente colocado podían observarse dos pisos y las escaleras que comunicaban ambos. Así, cuando asesinan al Duque, se va viendo cómo corre la noticia de un lado al otro del palacio. Ingenioso.
Les dejo un vídeo que he encontrado por ahí. Creo que es una especie de trailer del DVD porque resume varias escenas de la obra. Perfecto para hacerse una idea.
Il trionfo del tempo e del disinganno
La segunda de las obras de mi abono daba miedito a priori: un oratorio de Haendel en el que cuatro personajes alegóricos -el Placer, la Belleza, el Tiempo y el Desengaño- exponen sus argumentos en una suerte de batalla dialéctica. Cuando Haendel lo compuso, la ópera estaba prohibida en Roma por orden papal, de ahí que decidiera utilizar la excusa del oratorio para introducir formas cercanas a la ópera y es por eso que en esta producción se haya decidido representarlo como si de una ópera se tratara. Pero claro, la perspectiva de unas cuantas horas de disquisiciones filosóficas entre cuatro personajes me producía, cuanto menos, respeto.
Y, pese a mis temores, este Trionfo del tempo resultó un espectáculo estupendo. Una auténtica delicia musical con un cuarteto inmenso -Steve Davislim como el Tiempo, Vivica Genaux como el Placer, Marijana Mijanovic como el Desengaño e Isabel Rey como la Belleza-, en especial las dos últimas, y una puesta en escena con grandes valores estéticos y que aportaba dinamismo a una pieza bastante estática. Muy muy recomendable.
Aquí, el Placer (Vivica Genaux) exponiéndole sus argumentos a la Belleza (Isabel Rey) en "Un pensiero nemico di pace":
Y el magnífico final, con la Belleza rendida al Desengaño y al Tiempo:
Katia Kabanová
Y luego vino la gran traca. Maravilloso el Katia Kabanová -del que ya hablé aquí-, con una puesta en escena impecable de Robert Carsen. A destacar, la impresionante Katia que compone Karita Mattila, aunque hay que decir que esta fue de esas funciones en las que todo estuvo perfecto. Una auténtica joya que bien vale un abono de ópera.
Hay que decir que es una ópera que me gusta mucho, así que mi nivel de exigencia estaba muy alto. Me encantan las óperas de Janácek. Quizás sea por esa obsesión, casi de lingüista, por cómo la música subraya la fonética del texto. O por esa modernidad que anuncia su música. O por su temática, dura, desgarradora, absolutamente decimonónica. Son óperas que se te agarran al pecho, que te meten de lleno en el conflicto de sus protagonistas, en esos amores imposibles ahogados por la masa bien pensante.
En cuanto a la escenografía, una auténtica genialidad. Robert Carsen toma el motivo del río, muy presente en el argumento, y lo convierte en un protagonista más de la ópera al llenar todo el escenario de agua y crear un montaje basado en unos pocos elementos -tablones de madera, sillas- y un magnífico juego de luces, reflejos y sombras. Bellísimo.
Por más que he buscado, no he logrado encontrar más que este vídeo del montaje, en el que Katia se entrega a su amante. De todas formas, en la web del Real (ver el enlace más arriba) aún están disponibles un buen puñado de vídeos.
The rake's progress
Esta es, quizás, de las que menos me llegaron este año. Objetivamente no estuvo nada mal, pero las sensaciones del Katia estaban demasiado recientes y era realmente difícil aguantar la comparación. Y es que The rake's progress está al extremo lado operísticamente hablando que Katia Kabanová. Frente al dramatismo de esta, el libreto bufo de aquella; frente al lenguaje musical contemporáneo, esa especie de refrito-homenaje de formas operísticas que compone Stravinsky. No obstante, como ya he dicho, no hay peros que oponer a este montaje y el público en general salió bastante satisfecho. Como en todo, uno tiene sus días y yo este, simplemente, no logré conectar con el espectáculo.
Y es que reconozco que, Mozart aparte, me cuesta entrar con la ópera bufa. Y, qué quieren que les diga, un libreto que toma el mito de Fausto y lo mezcla con elementos como, por ejemplo, una mujer barbuda no me apasiona demasiado.
En cuanto al montaje, de Robert Lepage, ubicaba con acierto el escenario en el mundo de Hollywood. ¿Qué mejor para ilustrar la carrera de un libertino que recurrir a un muchacho del medio Oeste que acaba encumbrado en la meca del cine? Así, Lepage nos llena el escenario de elementos cinéfilos, con claros referentes a películas como Gigante o El crepúsculo de los dioses en un montaje muy dado al ilusionismo y el juego y con unos toques de humor que venían muy bien a la obra. Bastante acertado, la verdad, aunque yo prefiero un tipo de montaje -y de ópera- más íntima, que sugiera más que muestre.
En el siguiente vídeo, el libertino Tom Rakewell (Toby Spence) nos cuenta durante el primer acto sus sueños de grandeza:
Este otro es una selección de escenas para la versión de la Royal Opera House. Los cantantes no son los mismos, pero el montaje sí, así que bien sirve para hacerse una idea. Como de costumbre, en el enlace del Teatro Real de más arriba hay más vídeos y fotos.
El resto de la temporada lo dejo para un próximo post. Sean curiosos y felices ;-)
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