15 de agosto de 2009

Fin de la temporada de ópera (y III)

El otro día nos quedamos en la cinematográfica Carrera del libertino que proponía Lepage. Finalicemos hoy con el repaso al resto de la temporada operística.

Faust-bal

Un estreno absoluto del Real fue lo que me deparó mi abono allá por mitad del invierno. Me explico:

Lo habitual en un teatro de ópera es que se reestrene repertorio: óperas de Verdi, Haendel o Berg compuestas hace años (en ocasiones muchos) y que han sido representadas ya en otros teatros. En estos casos, se encarga un montaje, pero la música y el libreto ya existen. Pero también se trata de ir renovando el repertorio, así que si un teatro quiere tener renombre internacional debe encargar la composición de nuevas óperas y tratar de que estas pasen a formar parte del circuito operístico. En esta línea, el Real decidió encargarle a Leonardo Balada la composición de una ópera, Faust-bal, cuyo libreto había escrito ex profeso para la ocasión Fernando Arrabal.


Arrabal, en ocasiones, roza la genialidad, pero cuando se le va la cabeza se le puede llegar a ir mucho. Y, leyendo la sinopsis del argumento que publicaba la web del Real, todo apuntaba a que esta vez tocaba más bien lo segundo:
Faust-bal es la mujer que reencarna en el tercer milenio al doctor Faustroll de Alfred Jarry, un Doctor Fausto que pide a Dios las palabras y oraciones para fusionar amor y caridad. Nada puede calmar el huracán de su curiosidad científica, ni saciar la tempestad de sus deseos. Superdotada, bellísima y enriquecida por transfiguraciones y trascendencias, ama tórridamente a su Amazona. Salta entre galaxias de la guerra del fin de las civilizaciones y se mueve en el espacio a velocidad supersónica. Frente a ella Margarito, jefe supremo de las fuerzas armadas, se ciñe los correajes de la represión brutal y la electrónica. Está locamente enamorado de Faustbal bajo las faldas del cielo. Trata de poseerla con el torrente de su torre, sirviéndose del mismo Mefistófeles.

Y, en efecto, el libreto no había por dónde cogerlo. Sin embargo, musicalmente me pareció que hubo cosas bastante interesantes. Por ahí he leído ciertas críticas contra Balada por haber compuesto una música de hace treinta años. Podría ser. A mi modesto oído ya le resultan difíciles algunas cosas de Schönberg, así que tampoco me voy a quejar porque no me ofrezcan el último grito operístico. El caso es que a mí me convenció, así que al ratito de comenzar la ópera dejé de leer los subtítulos y de tratar de desentrañar el argumento y me dediqué a disfrutar con la música. Un rato bastante agradable, la verdad.


En cuanto al montaje, de Joan Font de Els comediants, pues no sé qué decir. Un poco pastiche, mezclando cosas de aquí y allá y tomando referencias culturales de todo tipo. A menudo me preguntaba si estaba en una representación del Real o en una obra de teatro para niños con tanto terciopelo y tanto pompón. Supongo que hizo lo que pudo con ese libreto. Creo que en el abono del año que viene veré otro montaje suyo, así que esperaré a entonces antes de formarme una opinión.

El único vídeo que he encontrado, fuera de la web del Teatro Real, es este:



Tannhäuser

Y llegó el Tannhäuser, una de las óperas que más escucho de todas las que tengo. Conste que la historia es una tontería: un señor que está tan ricamente en el monte de Venus bacanal va, bacanal viene, de repente le entra el rollo místico sin que nadie sepa por qué y decide redimirse volviendo con su antigua novia un porrón de años después para llevar una vida casta, pura y más tostón que un berberecho. Vale, estoy exagerando. En realidad va sobre el conflicto entre lo carnal y lo espiritual y tal, pero se me ocurren quientas maneras mejores de contarlo.

En fin, el caso es que, pese a lo soso de la historia, musicalmente me gusta mucho. Los coros son estupendos y el final, como suele ser habitual en Wagner, absolutamente apoteósico. Así que allí fui yo, más feliz que una lombriz, a ver una ópera que me apetecía muchísimo.

Al parecer, todos los años en cuelan una función con el reparto suplente en lugar del titular en cada uno de los turnos del abono (excepto en el turno de estreno, of course). A menudo el segundo reparto rivaliza en calidad con el titular, pero esta no fue una de esas veces. He leído críticas espléndidas del Tannhäuser de Peter Seiffert y la Elisabeth de Petra Maria Schnitzer. En cambio, a mí me tocaron Robert Gambill y Edith Haller (y por partida doble, porque esta también la vi dos veces), que no me gustaron nada. Él, con una voz rasposa muy molesta; ella, una gritona insoportable. En cambio, el coro estuvo muy bien y esta es una de esas óperas en las que el coro te salva la función.


Por lo que respecta al montaje de Ian Judge, probablemente ya hayan visto alguna escena, puesto que proporcionó la polémica del año con su propuesta del primer acto. Y es que a quién se le ocurre representar una orgía en una ópera donde se cuenta... una orgía. Yo no sé qué tenían en mente todos aquellos a los que les pareció un escandalazo, pero, vamos, cuando yo trato de pensar en el monte de Venus, un lugar donde los placeres se desatan y se está todo el día entregado a los instintos carnales, lo mínimo que se me ocurre es algo como lo que se vio allí. Vamos, nada del otro mundo y, además, nada que no cuente la ópera.

En mitad del primer acto, en plena bacanal, un espectador gritó una grosería y fue replicado inmeditamente por un sinfin de chistidos. Si es que hay gente que está deseando escandalizarse para montarla.

Por lo demás, pasado el primer acto, me pareció el peor montaje que se ha visto este año, con una iluminación facil y chillona, un movimiento escénico absurdo y unos escenarios sosos y, en ocasiones, rayando lo hortera. Esto, unido a los problemas que ya he contado respecto al dúo protagonista, sitúan esta ópera a la cola de mi ranking particular de este año. Qué le vamos a hacer.


Aquí el estupendo Peter Seifrert cantándole a Venus (Lioba Braun) en la escena 2 del primer acto. Disfruten.



Rigoletto

La siguiente función que me tocaba eran las Escenas del Fausto de Goethe de Schumman, en versión concierto -esto es, sin escenificar: sólo orquesta y cantantes-. Sin embargo, tuve que ceder mi entrada debido a ciertos imponderables, por lo que tras el Tannhauser no regresé al Teatro Real hasta junio. Primero para el fabuloso recital dado por Juan Diego Flórez y después para una maravillosa versión del Rigoletto. Nuevamente Verdi, pero -esta vez sí- el Verdi que más me apasiona y con una propuesta escénica excepcional de Monique Wagemakers. Una delicia.



Rigoletto cuenta una historia típicamente romántica -no podía ser de otro modo teniendo su libreto como base Le Roi s'amuse de Victor Hugo- que resulta entretenidísima para el espectador. La partitura, además, contiene alguno de los fragmentos operístico más conocidos por el público en general (busquen en Youtube "Juanita banana" y verán la cantidad de engendros que se han pergeñado con el "Caro nome" de la pobre Gilda).

En principio estaba previsto que el Duque de Mantua fuera encarnado por Juan Diego Flórez, pero este renunció a hacerlo. Hizo bien. Es un papel bastante difícil para sus cualidades actuales y, antes de afrontar un fracaso, prefirió dejar su sitio a otro tenor más apropiado. José Bros cumplió a la perfección. A pesar del (incomprensiblemente) tibio aplauso del público, estuvo francamente bien, al igual que la Ciofi haciendo de Gilda, Roberto Frontali de Rigoletto y el resto del reparto.

El de Gilda es, probablemente, uno de los personajes más bobos de la historia de la ópera (la engañan, la raptan, la violan, la abandonan... y aún así, vuelve a por más). Tan estúpida, tan romántica... tan bella, tan dramática y emocionante en su papel. Y qué fantástico el "Cortigiani, vil razza dannata" de Rigoletto (véanlo en los vídeos de la web del Real antes de que los quiten).

Una de esas funciones a las que una asistiría una y otra vez. Por suerte para mi bolsillo, hay que adquirir las entradas muchísimo antes del estreno. Y menos mal, porque con propuestas como estas o la del Katia Kabanova del que hablamos en el post anterior cualquiera se resiste a repetir.

Hala, les dejo con el "Caro nome" de la Patrizia Ciofi.



Las bodas de Figaro

Y llegamos al fin de la temporada, con un Mozart que me encanta: Las bodas de Figaro, una ópera bufa basada en una historia de Beaumarchais. Una de esas funciones en las que el público aplaude a rabiar ante un montaje de tipo verista como el que plantea Emilio Sagi. No es que estuviera mal su propuesta, ni mucho menos. Aprovecha bastante bien el humor que hay en el libreto y la dirección actoral de los cantantes es estupenda, dando rienda suelta a su vis cómica. Escenarios sobrios y sin salirse un ápice de lo que cuenta el argumento. Todo muy correcto, pero, qué quieren que les diga, yo prefiero propuestas más conceptuales y arriesgadas como creo que ha quedado claro en estos dos post con mi apasionada defensa de la Katia de Carsen y el Rigoletto de Wagemakers.


La dirección musical de López Cobos estuvo muy bien. Me daba algo de miedo, la verdad, porque López Cobos había anunciado que había encontrado la partitura original y que iba a dirigir en un compás distintio al habitual. Además, la orquesta estaba reducida a la mínima expresión tratando de reproducir las mismas condiciones de la época de Mozart. Y, sin embargo, sonó estupendamente. Quizás se echaba de menos algo de sonido en la obertura, pero más porque es a lo que estamos acostumbrados que porque lo requiriera realmente la obra.

En cuanto al elenco, fantásticos ambos repartos (sí, en esta también repetí).


En resumen, la experiencia en este primer año de abono ha sido estupenda. He disfrutado como una enana incluso en aquellas a las que más peros puedo ponerles. ¿Qué mejor modo de gastarse el dinero que en aquello que nos hace felices? Y el año que viene promete muchísimo, con otro Janacek, Jenufa, que me encanta, la estupenda Salomé de Strauss, Die tote stadt, Lulu, Norma con Juan Diego Flórez... Vamos que estoy deseando que llegue. Ya les iré contando. Mientras tanto, ya saben: sean felices y curiosos ;-)

No hay comentarios: