A la casa venían, de tarde en tarde, algunas personas, siempre las mismas, que avisaban antes por teléfono y a las que se esperaba con apagada ceremonia, amistades antiguas de mis padres y abuelos, que nunca contaban nada sorprendente y a quienes había que sonreír si nos preguntaban por los estudios o comentaban que cuánto habíamos crecido. Se las solía recibir en el comedor, se sentaban en unos butacones de terciopelo verde que había junto a la chimenea, y el tiempo empezaba a rebotar ansioso y prisionero contra las paredes, no hacía ruido, pero yo lo sentía latir desde la gran mesa de tapete felpudo, donde me sentaba, un poco lejos de ellos, porque la habitación era inmensa; no entendía por qué los niños tenían que "salir a las visitas", pero estaba tácitamente convenido así, nos decían que iban a venir los señores de Tal, que tenían muchas ganas de vernos, pero, una vez allí, nada en su actitud me hacía verosímil semejante aserto [...]
El cuarto de atrás, Carmen Martín Gaite, 1978.
3 comentarios:
Pero esto es la vida misma, ¿no?
Pues sí. Es que Carmen es muy grande. Hay que leerla más.
De todas sus novelas, esta es la que más me gusta... Llena de momentos brillantes y realmente críptica cuando desea serlo... Una maravilla
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