13 de noviembre de 2006

Deseo

Alguien abre la puerta y entra. No se deja intimidar por el entorno. Es inequívoco que se trata de los pasos de un hombre que se acerca, y queda en evidencia que son los pasos de Walter Klemmer, que ha seguido a Erika. También Klemmer va de un váter al otro, lo que es inevitable si quiere encontrar a la persona amada. Ella lo ha estado rechazando durante meses, aunque sabe que Klemmer es uno de los de rompe y rasga. Su deseo es que ella al fin se libere de sus represiones. Que se desprenda de la personalidad de profesora y se transforme en un objeto, para de esa forma entregarse a él. Él se ocupará de todo. En este instante Klemmer es un concordato entre la burocracia y el deseo. Un deseo que no conoce límites y, tal como él lo siente, que no se detiene ante nada. Hasta aquí la tarea que se ha impuesto Klemmer con respecto al cuerpo docente. Walter Klemmer se desprende de un velo llamado represión, uno llamado pudor y otro llamado recato. Erika no podrá escapar más allá, a sus espaldas solo queda el muro macizo. Él hará que Erika se olvide de reír y de mirar, solo podrá oírlo y verlo a él. Después tirará las instrucciones de uso para que nadie más pueda hacer uso de Erika en esta forma.

Elfriede Jelinek, La pianista, 1993.
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