22 de marzo de 2022

El museo del arte prohibido

Por estas casualidades de la vida, la invasión rusa de Ucrania me ha pillado leyendo Sovietistán, un recomendabilísimo ensayo de Erika Fatland sobre las cinco repúblicas centroasiáticas surgidas tras la caída de la Unión Soviética. Es un libro ameno, muy bien documentado y que he leído con avidez (otro día escribiré sobre lecturas recientes relacionadas con Rusia).


En el capítulo sobre Uzbekistán, Fatland se detiene en contar la historia de un sorprendente museo que se encuentra en Nukus, la capital de la degradada región  de Karakalpia.

Se trata de una región que antaño fue próspera gracias a los cultivos y la abundante pesca que proporcionaba el Mar del Aral, hoy prácticamente seco. La decadencia de esta remota región es patente y actualmente subsiste de los escasos turistas que se acercan atraídos por la catástrofe medioambiental del Aral.  Sin embargo, en su capital alberga uno de los museos más fascinantes del mundo: la Colección Savitsky.

Igor Savitsky llegó hacia 1950 a la región como parte de una expedición destinada a estudiar los restos arqueológicos de Khorezm. Durante ocho años, Savitsky acompañó a la expedición ejerciendo como dibujante. En principio se trataba de tener documentos gráficos de los trabajos arqueológicos, pero el paisaje fascinó a Savitsky hasta el punto de que se le considera el gran paisajista de Karakalpia. 

Al terminar la expedición, Savitsky decidió quedarse en la zona y se mudó a Nukus. De sus años en la excavación se le había quedado un afán coleccionista que le duraría el resto de su vida. 

Comenzó recopilando objetos arqueológicos, pero pronto comenzó a incluir en sus colecciones piezas de artesanía y el folklore de la zona. A base de tocar muchas puertas, consiguió montar un incipiente museo donde exponer todas sus colecciones.

Sin embargo, su afán coleccionista le llevaría mucho más allá. Las purgas de Stalin habían supuesto para el interesantísimo arte ruso de vanguardia una hecatombe. Gran parte de los artistas habían sido "depurados" y, los pocos que habían sobrevivido, trataban de pasar desapercibidos dedicándose a oficios pedestres. Savitsky, conocedor de esta situación, quiso poner en valor todo el arte que había quedado oculto por la pesadilla estalinista y comenzó a recorrer las casas de viudas o herederos de artistas desaparecidos buscando arte oculto con el que engrosar su colección. 

Sin apenas financiación, su espíritu incansable corrió de aquí para allá desplegando sus dotes de persuasión, ya fuera para obtener apoyo económico con el que sufragar sus compras, ya fuera para convencer a las viudas o los artistas para que le vendieran sus obras. Nunca dejó de pagar, aunque a veces las circunstancias le obligaran a ofrecer planes eternos de exiguos plazos a cambio de las obras.


Así nació el Museo Savitsky, el segundo más importante de la antigua Unión Soviética y, probablemente, la mejor colección de pintura de vanguardia rusa. Un museo singular de arte prohibido que casi nadie conoce y muy pocos visitan, ya que se encuentra en una zona aislada de Uzbekistán, muy alejada de los circuitos turísticos.

Existe una película documental, The Desert of forbidden art, que cuenta la historia. Una historia, sin duda, digna de película.


1 comentario:

Rosi dijo...

Interesante descripción del museo y sobre todo de Savitsky, el amante del arte que consiguió reunir las magníficas obras para que perduraran en el tiempo y además dar a conocer a sus creadores que de otra forma jamás habrían existido.
El vídeo me ha gustado mucho.