Según se acerque el fin de año y vaya llegando el momento de hacer balance de estos doce meses, una de las frases que surgirán seguro será algo así como "este año, tuve la desgracia infinita de ser invitada a nueve bodas". Sí, como lo oyen, nueve. Afortunadamente tres de ellas coincidieron y sólo me vi obligada a asistir a seis. Y digo afortunadamente porque, después de tener un evento casamentero cada fin de semana de abril sin faltar ninguno, no sé muy bien si mi bolsillo, mi salud mental y mi paciencia hubieran soportado ese frenético ritmo un mesecito más.
De hecho, allá por el uno de mayo pasaba yo mi fiesta del trabajo pensando en escribir un post donde soltar convenientemente toda la bilis acumulada. Al final me contuve porque sé que algunos de los felices contrayentes leeis este blog (ojo, que todo esto va sin acritud) y tampoco era plan que os llevarais un soponcio por culpa de esta amiga desagradecida a vuestra vuelta de, qué se yo, Tanzania.
Y ahora entro a leer a Pierre Nodoyuna y me encuentro con que, como de costumbre, ha dado en el clavo con su Manual de supervivencia en bodorrios, del que corto y pego un fragmentito para abrir boca (por favor, no se pierdan el resto):
De hecho, allá por el uno de mayo pasaba yo mi fiesta del trabajo pensando en escribir un post donde soltar convenientemente toda la bilis acumulada. Al final me contuve porque sé que algunos de los felices contrayentes leeis este blog (ojo, que todo esto va sin acritud) y tampoco era plan que os llevarais un soponcio por culpa de esta amiga desagradecida a vuestra vuelta de, qué se yo, Tanzania.
Y ahora entro a leer a Pierre Nodoyuna y me encuentro con que, como de costumbre, ha dado en el clavo con su Manual de supervivencia en bodorrios, del que corto y pego un fragmentito para abrir boca (por favor, no se pierdan el resto):
Tres bodas en un mes. Tres. Paseando por media Españaza el mismo puto traje, sin posibilidad de hacer planes en un mes y palmando un pastizal. Qué bonito es el amor y qué bonitos los ceremoniales. Les contaría las innumerables cosas absurdas que rodean a las bodas, ese evento en el que dos personas dicen que se van a querer para siempre con la particularidad de que lo dicen antes, no después, de echar un polvo, de que lo hacen delante de mucha gente, de que todos van disfrazados y de que luego se ponen hasta las cartolas de comida. No, mi naturaleza generosa quiere ayudar, y por eso invertiré este tiempo en ayudar en la confección de un manual de supervivencia en bodas para las generaciones futuras cuyo autor intelectual es la usuaria anónima. Para que sepan a qué atenerse.Continúa describiendo una boda cañí, aunque, la verdad, he reconocido muchos elementos comunes a otras bodas no-cañí a las que he asistido. En fin, amiguitos míos, casense, haganse pareja de hecho o vivan en pecado si les place, pero por favor se me abstengan de invitarme. Y que sean muy felices.
2 comentarios:
XDDDDDDDDDDDDDDDDDD
Yo sé que tú me entiendes, amigo Cinephilus ;-)
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