25 de febrero de 2012

En defensa de Tàpies (¡¡a estas alturas!!)

Hace más de una semana murió Antoni Tàpies, sin duda uno de los grandes de la segunda mitad del siglo XX. Como era de esperar, aparecieron chistes por doquier sobre su no-arte. La ignorancia es osada y en foros como Meneame o Twitter abundan los todólogos con afán de comentarista mordaz. Que gente que es incapaz de entender el cubismo se permita opinar con esa liberalidad sobre arte de hace cuarenta años sólo sirve para calificar al propio comentarista. Allá ellos y su falta de curiosidad.
Empecé a conocer la obra de Tàpies por un libro de una colección sobre pintura del siglo XX que mi madre, siempre dispuesta a alimentar mi incansable curiosidad, tuvo a bien comprarme. No era ni mucho menos de mis favoritos. Los que más me gustaban de aquella colección eran Bacon y Schiele, supongo que porque esa descarnada visión del ser humano enraiza muy bien con el sentir adolescente. Yendo a exposiciones descubrí a Barceló, a Broto y a Zóbel, que fueron alimentando mi amor por la pintura más contemporánea.
Pero Tàpies seguía siendo para mí ese señor serio que pintaba cuadros marrones llenos de cruces. Hasta que tuve la suerte de asistir a la restrospectiva que el Reina Sofía hizo sobre su arte hará algo más de una década. Y me enamoré de su obra. Porque sus texturas, sus grandes formatos, no están hechos para ver reproducidos. Las fotos no le hacen en absoluto justicia. Es solo viendo en directo sus cuadros cuando cobra sentido toda la materia que hay en ellos y las texturas alcanzan un lirismo emocionante pese a la abstracción.
Quería escribir algo a modo de homenaje, pero mis exiguos conocimientos del informalismo me retenían, prudentemente, para no hacerlo. ¿Qué otra cosa podía decir aparte de que me encanta y que llevo años deseando otra retrospectiva? Sin embargo, hace unos días, di con este texto que me parece la mejor de las respuestas a todos aquellos que critican sin haber hecho jamás el más mínimo esfuerzo de acercamiento. Sirva de homenaje para el maestro.
¿Es necesaria una música nueva?
Es tan necesaria y superflua como todo lo nuevo. Sin duda, dado que durante milenios se viajaba a la velocidad de los caballos, también podían darse por satisfechos tras milenios sin tren, coche, avión, etc. Aquí se reconoce el valor de lo nuevo por su utilidad, sin considerar su necesidad. Tal vez la necesidad se muestra solo cuando la ventaja de lo nuevo se ha convertido en necesidad. Tal utilidad y tal necesidad no existen en el arte. Y por eso debemos buscarlas en nosotros: para nosotros es necesario seguir pensando, seguir trabajando, seguir encontrando.
Pero también en lo práctico es lo nuevo en la música una necesidad (por mucha piedad y placer que se halle en sumirse en los pensamientos de los predecesores). Imagínese por un momento que a partir de una detreminada época no se hubiera creado nada nuevo, con lo que lo primero que surge es la cuestión de en qué momento de la historia se debería haber dejado de hacer: ¿en el XIII, en el XIV, en el XV o en algún siglo posterior? ¡¿Cuánto habría permanecido sin expresarse entonces?!
Supongamos que despues de Bach, pues con él empieza una nueva época, por ejemplo, no se hubiera creado nada nuevo, conformándose con lo creado hasta entonces. ¿Acaso no sería entonces menor la comprensión de Bach que hoy?
Artículo de Arnold Schönberg en Neue Musik. Fuente: Revista de avance de la Temporada 2012-2013 del Teatro Real.
Sean curiosos y felices ;-)

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