Plinio el Viejo, autor de la que probablemente es la primera enciclopedia de la historia, narra el origen de la pintura del siguiente modo en su Naturalis historiae:
La sensación cuando uno visita la exposición es, no obstante, de oportunidad perdida. Apenas hay obras realmente importantes entre las que componen la muestra y el hilo temático no siempre resulta evidente de unas salas a otras. Aún así, mi recomendación, como siempre, es que si pueden sacar un rato esta semana aprovechen para acercarse.
La que sí resulta imprescindible, aunque por desgracia ya no puede visitarse aquí en Madrid, es la exposición de Francis Bacon que, organizada por la Tate y el Metropolitan, pudo verse hasta mediados de abril en El Prado.
Habitualmente no mencionaría esta exposición, dado que hace ya más de un mes que fue retirada. Sin embargo, qué quieren, Bacon es una de mis debilidades y la muestra puede verse ahora mismo en el Metropolitan de Nueva York, así que qué menos que avisarles por si tienen la suerte de pasar por allí en los próximos meses.
La primera obra de este tipo (plástica) la hizo en arcilla el alfarero Butades de Sición, en Corinto, sobre una idea de su hija; enamorada de un joven que iba a dejar la ciudad: la muchacha fijó con líneas los contornos del perfil de su amante sobre la pared a la luz de una vela. Su padre aplicó después arcilla sobre el dibujo al que dotó de relieve, e hizo endurecer al fuego esta arcilla con otras piezas de alfarería.Esta idea, la de la sombra como base de la pintura, supone el leit motiv de la exposición que bajo el títuto de La sombra puede verse hasta el próximo domingo en el Thyssen. El tema, a priori, es sugerente: explorar el distinto tratamiento que la sombra ha tenido a lo largo de la historia de la pintura: elemento de apoyo en la ilusión de perspectiva durante el Renacimiento, creadora de ambiente y portadora de dramatismo en el Barroco, elemento narrativo en el Romanticismo o puramente pictórico en el Impresionismo.
La sensación cuando uno visita la exposición es, no obstante, de oportunidad perdida. Apenas hay obras realmente importantes entre las que componen la muestra y el hilo temático no siempre resulta evidente de unas salas a otras. Aún así, mi recomendación, como siempre, es que si pueden sacar un rato esta semana aprovechen para acercarse.
La que sí resulta imprescindible, aunque por desgracia ya no puede visitarse aquí en Madrid, es la exposición de Francis Bacon que, organizada por la Tate y el Metropolitan, pudo verse hasta mediados de abril en El Prado.
Habitualmente no mencionaría esta exposición, dado que hace ya más de un mes que fue retirada. Sin embargo, qué quieren, Bacon es una de mis debilidades y la muestra puede verse ahora mismo en el Metropolitan de Nueva York, así que qué menos que avisarles por si tienen la suerte de pasar por allí en los próximos meses.
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