1 de agosto de 2007

Adios, Berg, adios

La que suscribe no está de vacaciones. No. Ni lo estará en mes y medio. Sí, una se pasa medio año tratando de convencer al mundo de que lo mejor es coger una semanita en junio y dejar el resto para septiembre. Claro que sí, con lo tranquilo que se está en la oficina en verano, lo bien que anda Madrid en agosto. Sí, sí. Y luego, de vacaciones, sin aglomeraciones ni agobios en septiembre. Sí, sí. Pero el caso es que ahora mismo... ¡¡me muero de envidiaaaaaa!! ¡Arg, necesito vacaciones ya! En fin, menos mal que el parón en los entrenamientos y los encargos editoriales me proporcionan un breve sensación de pseudovaciones por las tardes, que si no...

Bueno, yo a lo mío, que para eso hemos venido. Resulta que ha muerto el gran Bergman (sí, ya sé que de esto hace ya unos días, pero cada uno actualiza al ritmo que buenamente puede). No puedo decir que lo voy a echar de menos porque hace ya mucho que le echo de menos. De hecho, para ser justos, llevo toda la vida echándole de menos porque decidió dejar de hacer cine en el 83, con su Fanny och Alexander (me perdonarán el título en sueco, pero es que el och siempre me hizo gracia). Desde entonces se hizo algún guión como Las mejores intenciones y trabajos para televisión, pero no volvió a estrenar ninguna película en el cine.

Así pues, se puede decir que mi cinefilia nació huérfana. Porque, aunque gracias al vídeo y, posteriormente, el DVD, tenemos la suerte de poder ver más y mejores películas que nunca, a mí lo que me gusta es ir al cine. Así que no he podido vivir con Bergman esa inquietud que suelo sentir ante el estreno inminente de un nuevo trabajo de uno de mis directores de culto. Esa ansiedad de leer durante meses críticas y elogios de lo que está por llegar, esa emoción del día en que por fin veré la película, esos nervios mientras aparecen los títulos de crédito... Y es que pocas cosas son comparables a la catarsis de toda una sala ensimismada, a esa comunión que surge cuando otras decenas de personas coinciden en descubrir algo al mismo tiempo que tú, en recibir las mismas preguntas, en deleitarse con las mismas imágenes. Todas esas deliciosas sensaciones de las que el gran Bergman nos privó a todos los cinéfilos de mi generación. En fin.

Correspondería ahora hacer semblanza y elogio del genio, pero como en el entorno bloguero hay, por fortuna, muchos más dotados que la menda para la crítica cinematográfica, he pensado que es mejor idea sugerirles algunas lecturas del blogcindario:
  • El ínclito Cinephilus, como no podía ser de otra forma, se hace eco de la noticia aquí.
  • También nuestra querida Pi ha querido rendir su homenaje.
  • Sisterboy (ánimo con los incendios, amigo) prefiere que el genio hable por sí mismo con un fragmento de una de sus obras maestras.
  • Y, por supuesto, el más bergmaniano del barrio, aquel cuya admiración por Bergman está incluso por encima de su amor a Messi, el inefable Varg. Léase aquí.
PD. Al primer bloguero al que se le ocurra hacer un chiste o un comentario gracioso sobre las vacaciones le veto durante un mes. Si tienen ganas de befa, dedíquense a criticar a la familia real como hace todo el mundo, hombre.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué pena que no pudiera saciar su espera de "toda una vida echándole de menos" con la deslumbrante Saraband, estrenada en España en noviembre de 2005, mucho más que un "trabajo para televisión" y el tercero y último de los tres largometrajes que rodó tras Fanny y Alexander. Extraño desliz para una bergmaniana empedernida como usted proclama ser.

Le recomiendo pasarse por la Wikipedia antes de meter la patita, sus lectores han mostrado un pudor al no hacérserlo notar del que usted ha carecido al escribir este plof, digo post.

lopezsanchez dijo...

Pues sí, he visto Saraband, señorito, y aunque es estupenda y aquí se estrenó en cine es una producción para la televisión. Para algunos "intelectuales" lo de que algo se escriba y se produzca pensando en la televisión es poco menos que un sacrilegio. Para mí no. La televisión es un medio como cualquier otro que nos da unos productos maravillosos y otros abominables. Sin embargo, el estreno de Saraband -que sí me perdí en el cine debido a mi ajetreada vida de entonces- no es más que un triste y mínimo consuelo que no viene a llenar veintitantos años de sequía bergmaniana.

Por otro lado, no tengo ninguna vocación trascendente en la vida -como sí parecen, tristemente, ansiar inútilmente otros blogueros con tendencia al pseudónimo-, así que escribo en mi blog libremente lo que me viene en gana. Y, sí, meto la pata, continuamente. Faltaría más.

Mis lectores pueden explayarse cuanto quieran sin ningún pudor. Incluso aquellos que se niegan a reconocer que me leen y necesitan de pseudónimos absurdos.

Anónimo dijo...

Un buen homenaje. Tranquila, seguro que Bergman está ahora en el Cielo, y seguro que el Cielo se parece a Madrid en Agosto, con sus calores, con sus sofocos, con sus interminables días laborables a 40 grados a la sombra...

¿He oído la palabra "veto" por ahí? ¿Alguien da más? ¿Alguien sube a "veto y linchamiento"?

jiji

lopezsanchez dijo...

Otro comentario más, mi querido y revoltoso Varg, y le envío de vacaciones a Benidorm con Pepe, Cassano y Gago. Chúpate esa!! :-P