La naturaleza humana prefiere el mal de todos a la transacción. Que se venga el mundo abajo antes de ceder un palmo.
Mauricio o las elecciones primarias, Eduardo Mendoza, 2006.
Impresionante. Hay vida en el PP más allá de Acebes, Aznar y compañía. Comenzaba a dudarlo, la verdad. Una, que es ilusa y confiada por naturaleza, siempre tuvo esperanza de que así fuera, pese a las evidentes muestras empíricas de todos los días. Y es que yo soy de las que otorgan el beneficio de la duda por sistema, de las que desean sinceramente la mejor de las suertes al vencedor de cada elección aunque no sea el que votó, de las que creen que sin adversarios ni puestas en común no hay sociedad posible. De las que piensan, en definitiva, que la democracia es un ejercicio difícil y diario que consiste en que todos cedamos en parte de nuestras pretensiones porque lo contrario, perseguir la satisfacción total de cada uno, aboca al caos más absoluto.
Y por eso mismo, pese a mis profundas convicciones socialdemócratas, creo en la alternancia y en ese voto de castigo que, de vez en cuando, necesita todo partido para espabilarse y renovarse. Y también por eso me cabrea profundamente la actitud del PP. Porque no deseo su suicidio político, porque no quiero que el PSOE gane por KO técnico del rival sino por méritos propios y porque exijo mi derecho a tener alternativas DEMOCRÁTICAS a las que votar. Alternativas con sentido de Estado, con profundo e inamovible respeto por las instituciones y que tengan claro que uno no gobierna para los que le han votado, sino para todos.
La buena noticia es que, por fin, alguien ha alzado la voz. Desde el férreo e inexplicable alineamiento en torno a la Guerra de Irak venía esperando, inútilmente, que alguien hablara con voz propia en el partido. Al fin al cabo, su funcionamiento interno es -o debería ser- democrático. El que se mueva no sale en la foto, parecían decir todos sus militantes. Pero no, resulta que no, que aún queda esperanza. El siguiente es un extracto de un artículo publicado por Joaquín Calomarde, Diputado del PP por Valencia, en El País (como el enlace es de pago, pueden leer el resto del artículo en el blog de Escolar):
Y por eso mismo, pese a mis profundas convicciones socialdemócratas, creo en la alternancia y en ese voto de castigo que, de vez en cuando, necesita todo partido para espabilarse y renovarse. Y también por eso me cabrea profundamente la actitud del PP. Porque no deseo su suicidio político, porque no quiero que el PSOE gane por KO técnico del rival sino por méritos propios y porque exijo mi derecho a tener alternativas DEMOCRÁTICAS a las que votar. Alternativas con sentido de Estado, con profundo e inamovible respeto por las instituciones y que tengan claro que uno no gobierna para los que le han votado, sino para todos.
La buena noticia es que, por fin, alguien ha alzado la voz. Desde el férreo e inexplicable alineamiento en torno a la Guerra de Irak venía esperando, inútilmente, que alguien hablara con voz propia en el partido. Al fin al cabo, su funcionamiento interno es -o debería ser- democrático. El que se mueva no sale en la foto, parecían decir todos sus militantes. Pero no, resulta que no, que aún queda esperanza. El siguiente es un extracto de un artículo publicado por Joaquín Calomarde, Diputado del PP por Valencia, en El País (como el enlace es de pago, pueden leer el resto del artículo en el blog de Escolar):
Al ser España una sociedad modernizada, en la que todavía cabe trabajar y ahondar todos juntos, encaja con dificultad aquellas actitudes que son premodernas. Son éstas las que tienden por su propia definición a desencajar el Estado, a malbaratar las conquistas democráticas y a confundir valor y precio, es decir, adversario con enemigo y consigna política con batalla civil. En nuestro país sobran los extremistas, los hooligans, tanto en la izquierda como en la derecha; pero obviamente, yo quiero hoy referirme a mi casa, al Partido Popular, y, en virtud del propio mandato constitucional contenido el artículo 67 de nuestra Constitución en su apartado segundo, lo hago sin someterme ni sentirme ligado a mandato imperativo alguno. Elegido, ciertamente, en una lista electoral cerrada, ello no es óbice para que un diputado del Congreso represente justamente al pueblo español en su conjunto y sólo a él debe su labor, sus aciertos y sus errores.No se pierdan el resto, que no tiene desperdicio. O, quizás sí. Porque son cosas tan evidentes y tan de sentido común que parece mentira que sea necesario decirlo. Mi más sincera enhorabuena y todo mi apoyo para la tormenta que, me temo, le va a caer .
1 comentario:
Esperanzador... Como bien dices, ojalá podamos llegar a tener alternativas de gobierno a las que poder votar, que es de lo que se trata.
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