En estos últimos meses existe un encendido debate en el "mundillo cultural" a propósito de la digitalización de fondos de las bibliotecas públicas. El debate surge a partir del proyecto Google Book Search y las numerosas voces surgidas a favor y en contra a raíz del mismo.
El proyecto en cuestión trata de poner a disposición de cualquier internauta todos esos millones de contenidos que "duermen" en bibliotecas. Para ello, Google estableció acuerdos con varias bibliotecas americanas y una británica para digitalizar sus fondos, indexarlos y hacerlos accesibles al público a través del mismo sistema de búsquedas del Google tradicional.
El sistema es útil e ingenioso, porque ¿quién no ha tratado de recordar alguna vez cómo era aquella cita de cierto libro? Con el motor de Google es posible realizar búsquedas tanto en el título como en el texto, búsquedas que nos devolverán la página de la obra donde se encuentra, así como enlaces a las librerías y/o bibliotecas donde podemos consultar el resto del libro. (Para una explicación sobre el sistema por parte de Google, aquí.)
Una de las respuestas a esta iniciativa ha venido desde el ámbito europeo, especialmente francés, ante el temor de una excesiva "anglolización" de Internet. Frente a esto, se está promoviendo la creación de una Biblioteca Digital Europea, proyecto en el que tiene previsto participar activamente nuestra Biblioteca Nacional.
Todos estos proyectos están suscitando opiniones encontradas, muchas de las cuales quedaron puestas de manifiesto en el seminario Libros hechos bits que tuvo lugar el 30 de marzo en la Residencia de Estudiantes. Algunos de los asistentes han publicado reseñas estos días sobre lo tratado allí. Así, podemos leer las reflexiones de J.A. Millán -uno de los organizadores-, las de Enrique Dans o las del blog Comunicación Cultural. Capítulo aparte merece el extenso artículo elaborado por Candyman para Barrapunto, del que destaco dos párrafos:
No me parece descabellada esta opinión de Candyman. Puesto que el presupuesto es limitado, ¿por qué no emplearlo simplemente en hacer accesibles los fondos y dejar que sea la iniciativa particular de la comunidad internauta la que se encargue de tratar y de indexar los textos? Son numerosos los ejemplos actuales de proyectos realizados con gran éxito a partir de la colaboración libre y desinteresada de la comunidad, desde el propio Linux con todas sus implementaciones y la ingente cantidad de software libre, hasta la Wikipedia o diversos proyectos de traducción de textos científico-técnicos.
De todas formas, el punto de conflicto principal se encuentra, una vez más, en el espinoso ámbito de los Derechos de autor, ya que la digitalización de obras libres de derechos es un hecho desde hace bastante tiempo como muestran la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes o The Open Library (la experiencia lectora en esta última es altamente recomendable, por cierto). Y es que, si me he comprado el libro, ¿no implica eso mi derecho a tenerlo en múltiples formatos? ¿Puede negárseme la posibilidad de acceder más fácilmente a su contenido a través de medios informáticos? En cualquier caso, la negativa absoluta por parte de editores puede llevar a una situación análoga a la de la música, puesto que tratar de legislar algo en contra de un uso absolutamente extendido en la sociedad es como ponerle puertas al campo.
El proyecto en cuestión trata de poner a disposición de cualquier internauta todos esos millones de contenidos que "duermen" en bibliotecas. Para ello, Google estableció acuerdos con varias bibliotecas americanas y una británica para digitalizar sus fondos, indexarlos y hacerlos accesibles al público a través del mismo sistema de búsquedas del Google tradicional.
El sistema es útil e ingenioso, porque ¿quién no ha tratado de recordar alguna vez cómo era aquella cita de cierto libro? Con el motor de Google es posible realizar búsquedas tanto en el título como en el texto, búsquedas que nos devolverán la página de la obra donde se encuentra, así como enlaces a las librerías y/o bibliotecas donde podemos consultar el resto del libro. (Para una explicación sobre el sistema por parte de Google, aquí.)
Una de las respuestas a esta iniciativa ha venido desde el ámbito europeo, especialmente francés, ante el temor de una excesiva "anglolización" de Internet. Frente a esto, se está promoviendo la creación de una Biblioteca Digital Europea, proyecto en el que tiene previsto participar activamente nuestra Biblioteca Nacional.
Todos estos proyectos están suscitando opiniones encontradas, muchas de las cuales quedaron puestas de manifiesto en el seminario Libros hechos bits que tuvo lugar el 30 de marzo en la Residencia de Estudiantes. Algunos de los asistentes han publicado reseñas estos días sobre lo tratado allí. Así, podemos leer las reflexiones de J.A. Millán -uno de los organizadores-, las de Enrique Dans o las del blog Comunicación Cultural. Capítulo aparte merece el extenso artículo elaborado por Candyman para Barrapunto, del que destaco dos párrafos:
"Nuestro deber es hacer el contenido lo más disponible posible con las menores restricciones posibles." [Dicho por Teresa Malo de Molina, Directora Técnica de la Biblioteca Nacional, en el transcurso del Seminario.]Y es que uno de los principales peros que se ponen al proyecto de Google es que a partir del contenido de acceso público procedente de bibliotecas públicas y universitarias, genera contenido de acceso privado al no mostrar más que un número predeterminado de páginas (entre 5 y 20) como resultado de cada búsqueda. Por cierto, en Barrapunto se están recogiendo preguntas bastante interesantes ante un posible encuentro de Barrapunteros con Teresa Malo de Molina.
En mi opinión, y esto es algo que no dije allí pero que puedo comentar en este artículo, está bien que lo estén planeando todo con tanto cuidado, pero que a lo mejor podrían simplemente digitalizar fondos exclusivos y poco accesibles, difundirlos, y dejar que sean los demás quienes hagan las ediciones. Estoy pensando especialmente en la Biblioteca Nacional, que son los custodios de muchas obras a las que el acceso es difícil. Si las digitalizan en simples bitmaps que luego cuelgan de la red y las distribuyen con bittorrent, el mundo está lleno de universidades, empresas y particulares que pueden hacer esas ediciones, sea de forma libre o de forma comercial.
No me parece descabellada esta opinión de Candyman. Puesto que el presupuesto es limitado, ¿por qué no emplearlo simplemente en hacer accesibles los fondos y dejar que sea la iniciativa particular de la comunidad internauta la que se encargue de tratar y de indexar los textos? Son numerosos los ejemplos actuales de proyectos realizados con gran éxito a partir de la colaboración libre y desinteresada de la comunidad, desde el propio Linux con todas sus implementaciones y la ingente cantidad de software libre, hasta la Wikipedia o diversos proyectos de traducción de textos científico-técnicos.
De todas formas, el punto de conflicto principal se encuentra, una vez más, en el espinoso ámbito de los Derechos de autor, ya que la digitalización de obras libres de derechos es un hecho desde hace bastante tiempo como muestran la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes o The Open Library (la experiencia lectora en esta última es altamente recomendable, por cierto). Y es que, si me he comprado el libro, ¿no implica eso mi derecho a tenerlo en múltiples formatos? ¿Puede negárseme la posibilidad de acceder más fácilmente a su contenido a través de medios informáticos? En cualquier caso, la negativa absoluta por parte de editores puede llevar a una situación análoga a la de la música, puesto que tratar de legislar algo en contra de un uso absolutamente extendido en la sociedad es como ponerle puertas al campo.
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