Para muestra, un botón:
Hoy he entrado en su habitación, vino a mi encuentro y le besé la mano con embriagadora alegría. Un canario voló del espejo a su hombre. "Un nuevo amigo -me dijo y lo llamó ofreciéndole su mano-. Está pensado para mis pequeños. ¡Es tan cariñoso! ¡Miradlo! Si le ofrezco pan, aletea y picotea con tanta gracia. Incluso me besa, ¿véis?"Ahora se pone interesante:
Al acercar la boca al animalito, éste se plegó tan amorosamente sobre sus dulces labios como si fuese capaz de sentir la dicha de que gozaba.
"También debe besaros a vos", dijo, pasándome el pájaro. El piquito iba de su boca a la mía y su simple contacto era como un soplo, un presentimiento de inefable deleite.¿¿Inocente?? ¿Ein? Espera, que aún hay más:
"Su beso -dije- no es del todo desinteresado, busca alimento y retorna insatisfecho de las caricias vanas."
"También me toma comida de la boca", añadió ella. Le tendió unas migas de pan en sus labios, en los que sonreía en toda su dicha la alegría de un amor inocente y amigo.
Volví el rostro. ¡No debiera hacer tal cosa, no debiera exaltar mi imaginación con tales estampas de inocencia celestial y de felicidad, ni despertar mi corazón de la indiferencia de la vida en la que con frecuencia vivo sumido! - ¿Y por qué no? ¡Tiene tanta confianza en mí! ¡Ella sabe cuánto la quiero!¡Por favor! O Werther es tonto o Goethe se sentía tan pagado de sí mismo como autor que no fue capaz de escuchar a sus personajes, de dejarles vivir libremente y tomar el poder de su propia historia.
Y ese es el gran problema de los románticos: se tomaban demasiado en serio a sí mismos. Tan preocupados por la búsqueda del Arte con mayúsculas que se olvidaron de la pasión, del instinto, del sarcasmo. De la vida, al fin y al cabo.
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2 comentarios:
El problema -entre otros- es que Werther era una obra de juventud que luego, con el tiempo, se ha mitificado y convertido en algo más de lo que realmente es: un ataque de cursilería por parte de un jovenzuelo que, sólo cuando miró fuera de sí mismo, llegó a sus mejores obras. Lástima que la crítica pontifique siempre sin tratar de darse cuenta de cómo Rosalía de Castro sigue siendo universal -por ejemplo- mientras que Werther es un personaje casi insufrible.
Sin embargo, su Fausto es, para mí, uno de mis diez libros de relectura anual obligatoria por puro vicio, y ahí sí se recoge el amor y la tortura romántica, pero desde lo que se llamó en Alemania el Sturm und Drang, un movimiento que ya contenía el romántico en su seno pero que lo intelectualizaba y no "sensibilizaba". De todos modos, me consuela saber que no soy el único al que el episodio del pajarito le produce sonrojo... ;-)))
Es que lo del pajarito acabó de rematar el asunto. Aunque he de reconocer que gracias a la carcajada que me produjo ese fragmento salí del sopor que me estaba provocando el jovencito Werther.
Totalmente de acuerdo en lo que atañe a Rosalía.
Por lo demás, estaba considerando expulsar al Fausto de mi cola de lecturas pendientes. Enhorabuena, acabas de lograr un indulto. ;-)
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