Me falta un trozo. Sí. Apenas hace un día que te fuiste y ya noto tu ausencia. Quizás la culpa sea mía, por deshacer sólo la mitad de la cama. Llené tu lado de libros, palabras que me acompañaron anoche, que inútilmente lucharon por calentar ese campo yermo, ese páramo que has dejado en mi colchón.
Anoche soñé con pérdidas. Perdí mi cuaderno de apuntes, ese que siempre me acompaña, aquel que contiene tantos pedacitos de mí. Dibujillos desafiantes, textos tímidos y apocados, recortes desenfrenados y heterogéneos.
Qué angustia por la pérdida. Qué desazón de búsqueda toda la noche.
Lo encontré, al final de mis sueños, gravemente mutilado. Alguien había arrancado las páginas más bellas, me habían robado, usurpado, mancillado.
Me he despertado desvalida y huérfana. Con la vivencia del sueño aún reciente, luchando a brazo partido con la realidad, trantando de erigirse él -y no mi vida- en garante de lo real. Y aún no sé si me dolió más que me robaran o que desecharan parte de mí.
Con el café volvió el calor y con él los muebles de nuestro salón. El lunes volveré a verte y mi block, sin duda, recuperará todas su páginas. Y encontrarás, seguro, alguna nueva. Para ti.
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