Lo esencial es adaptarse. Ya sé que a esta edad es difícil. Casi imposible. Y sin embarg. Después de todo, mi exilio es mío. No todos tienen un exilio propio. A mí quisieron encajarme uno ajeno. Vano intento. Lo convertí en mío. ¿Cómo fue? Eso no importa. No es un secreto ni una revelación. Yo diría que hay que empezar a apoderarse de las calles. De las esquinas. Del cielo. De los cafés. Del sol, y lo que es más importante, de la sombra. Cuando uno llega a percibir que una calle no le es extranjera, sólo entonces la calle deja de mirarlo a uno como a un extraño. Y así con todo. Al principio yo andaba con un bastón, como quizá corresponda a mis sesenta y siete años. Pero no era cosa de la edad. Era consecuencia del desaliento. Allá, siempre había hecho el mismo camino para volver a casa. Y aquí echaba de menos eso. La gente no comprende ese tipo de nostalgia. Creen que la nostalia sólo tiene que ver con cielos y árboles y mujeres. A lo sumo, con militancia política. La patria, en fin. Pero yo siempre tuve nostalgias más grises, más opacas. Por ejemplo, esa. El camino de vuelta a casa. Una tranquilidad, un sosiego, saber qué viene después de cada esquina, de cada farol, de cada quiosco. Aquí, en cambio, empecé a caminar y a sorprenderme. Y la sorpresa me fatigaba. Y por añadidura no llegaba a casa, sino a la habitación. Cansado de sorprenderme, eso sí. Tal vez por eso recurrí al bastón. Para aminorar tantas sorpresas.
Primavera con una esquina rota, Mario Benedetti, 1982.
3 comentarios:
Impresionante texto del maestro Benedetti.
Una pena... una auténtica pena.
Un saludo
Jesús Domínguez
Una dura pérdida para el arte... Esa mañana cambié todo lo que pensaba hacer en mis clases y dediqué las horas de Lengua a leer poemas y relatos de Benedetti. Fue triste comprobar que ninguno de mis alumnos lo conocía... Pero fue estupendo ver sus caras de entusiasmo y de sorpresa al leer sus textos y sus ganas de seguir haciéndolo. Esta semana he sorprendido a más de uno con una antología de relatos de Alianza que les aconsejé. Es hermoso saber que las grandes voces se quedan con nosotros.
Toda la novela en sí es impresionante, Jesús. Una sucesión de pequeños textitos, casi cuentecillos, que componen un cuadro inestimable sobre el exilio y la cárcel.
Mi querido Ci, hemos vuelto a cruzarnos mientras nos comentábamos mutuamente. Siempre se me olvida sugerirte esta novelita como lectura para esos avispados e incipientes lectores que tienes por alumnos. Ya me contarás si alguna vez la incluyes en la lista.
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