El otro día, Armando no me llama, el grupo de teatro que inauguraba el Certamen de teatro universitario de la Complutense, tuvo que supender, muy a su pesar y contra su voluntad, su representación de Zapping mileurista. ¿La razón? La persona encargada de la organización se olvidó de reservar el Paraninfo de la Universidad para la función. Esta ocupadísima persona cobra un sueldo por dedicarse, en exclusiva, a la organización de este certamen teatral. Se entiende que coordinar a 27 grupos para que realicen una única actuación a lo largo de poco menos de un mes es una tarea tan estresante que es normal que se pase por alto un detalle tan nimio como asegurarse de que haya un lugar donde representar las obras.
Trabajo duro el de esta persona. Tanto, que anduvo tan liada el día de marras que ni siquiera fue capaz de dar la cara y presentarse a disculparse con los miembros del grupo o con el público allí congregado. Como tampoco le suele dar tiempo a publicitar las funciones para que asista a ellas alguien aparte del técnico de luces, el bedel del edificio y algún incondicional despistado que pase por allí. Ni es capaz, por supuesto, de ajustar su completísima agenda para asistir a las representaciones de esos grupos a los que un jurado tan discreto que nadie ha logrado ver al completo otorgará un premio basándose en... bueno, basándose en algo que ellos sabrán.
Lástima, qué dura vida llevan algunos.
Esta misma mañana, he acudido a disputar un partido con mi equipo de baloncesto y, por segunda vez en esta temporada, no se ha presentado el árbitro. Ha habido otras tres veces en las que sí se ha presentado, pero veinte minutos más tarde de la hora de inicio del partido. Hablando con el auxiliar de mesa me he enterado de que esta misma semana han dimitido en masa gran parte de los auxiliares, amén de un nutrido grupo de árbitros. ¿Las razones? Desavenencias, cómo no, con las personas encargadas de hacer que el baloncesto de base funcione en la Comunidad de Madrid.
El listado de razones que me relató el auxiliar es largo. El precio por partido que debemos pagar los equipos ha subido un 40% este año, incremento que no se sabe muy bien adónde va a parar, vista la exigua subida que han recibido árbitros y auxiliares. No hay unificación de criterios, no hay reuniones con el resto de miembros del baloncesto madrileño (léase, principalmente, entrenadores), no hay coordinación más allá de la página web... Para colmo de males, la postura de la Federación de Baloncesto de Madrid ha ido de mal en peor con respecto al caso de la árbitro agredida hace unos meses. En fin, todo un modelo de gestión digno de estudio en cualquier MBA.
Hay pocos árbitros, como hay pocos entrenadores. Demasiado esfuerzo, demasiadas zancadillas para tan poca recompensa. Como en el caso del teatro universitario, el dinero fluye y se queda en instituciones y cargos que sólo aparecen cuando se trata de recoger medallas y hacerse fotos.
El partido se jugó finalmente gracias a la buena disposición del auxiliar, que se ofreció a pitar un partido que, claramente, le venía enorme. Un partido intenso, emocionante, que perdimos en la prórroga por un punto debido a un triple en el último segundo, pero que hizo crecer enormemente a mis jugadores, como personas y como equipo. Un partido precioso que estuvo a punto de echar por tierra la incompetencia y la falta profesionalidad de ese árbitro que no se presentó y de esa Federación que insiste en ignorar los problemas de su deporte.
Será que andan muy ocupados.
Trabajo duro el de esta persona. Tanto, que anduvo tan liada el día de marras que ni siquiera fue capaz de dar la cara y presentarse a disculparse con los miembros del grupo o con el público allí congregado. Como tampoco le suele dar tiempo a publicitar las funciones para que asista a ellas alguien aparte del técnico de luces, el bedel del edificio y algún incondicional despistado que pase por allí. Ni es capaz, por supuesto, de ajustar su completísima agenda para asistir a las representaciones de esos grupos a los que un jurado tan discreto que nadie ha logrado ver al completo otorgará un premio basándose en... bueno, basándose en algo que ellos sabrán.
Lástima, qué dura vida llevan algunos.
Esta misma mañana, he acudido a disputar un partido con mi equipo de baloncesto y, por segunda vez en esta temporada, no se ha presentado el árbitro. Ha habido otras tres veces en las que sí se ha presentado, pero veinte minutos más tarde de la hora de inicio del partido. Hablando con el auxiliar de mesa me he enterado de que esta misma semana han dimitido en masa gran parte de los auxiliares, amén de un nutrido grupo de árbitros. ¿Las razones? Desavenencias, cómo no, con las personas encargadas de hacer que el baloncesto de base funcione en la Comunidad de Madrid.
El listado de razones que me relató el auxiliar es largo. El precio por partido que debemos pagar los equipos ha subido un 40% este año, incremento que no se sabe muy bien adónde va a parar, vista la exigua subida que han recibido árbitros y auxiliares. No hay unificación de criterios, no hay reuniones con el resto de miembros del baloncesto madrileño (léase, principalmente, entrenadores), no hay coordinación más allá de la página web... Para colmo de males, la postura de la Federación de Baloncesto de Madrid ha ido de mal en peor con respecto al caso de la árbitro agredida hace unos meses. En fin, todo un modelo de gestión digno de estudio en cualquier MBA.
Hay pocos árbitros, como hay pocos entrenadores. Demasiado esfuerzo, demasiadas zancadillas para tan poca recompensa. Como en el caso del teatro universitario, el dinero fluye y se queda en instituciones y cargos que sólo aparecen cuando se trata de recoger medallas y hacerse fotos.
El partido se jugó finalmente gracias a la buena disposición del auxiliar, que se ofreció a pitar un partido que, claramente, le venía enorme. Un partido intenso, emocionante, que perdimos en la prórroga por un punto debido a un triple en el último segundo, pero que hizo crecer enormemente a mis jugadores, como personas y como equipo. Un partido precioso que estuvo a punto de echar por tierra la incompetencia y la falta profesionalidad de ese árbitro que no se presentó y de esa Federación que insiste en ignorar los problemas de su deporte.
Será que andan muy ocupados.
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