El pájaro abandonado era hembra. Recordando a la pareja dormida, el hombre importunó a su tendero para que le buscase un macho. Hizo la ronda de los vendedores, pero sin suerte. Al final su proveedor le consiguió otra pareja del campo. Él dijo que sólo quería al macho.
-Han venido como una pareja, y no tendría objeto quedarme uno solo. Le daré a la hembra de balde.
-Pero, ¿se llevarán bien los tres?
-Probablemente sí. Ponga juntas las jaulas durante cuatro o cinco días y se acostumbrarán a permanecer juntos.
Pero, como un niño con un juguete nuevo, no pudo esperar. En cuanto el tendero se marchó, puso los dos pájaros nuevos con el antiguo. La conmoción fue peor de lo que esperaba. Los dos pájaros nuevos, rechazando la percha, empezaron a aletear de un lado a otro de la jaula. El pájaro antiguo se mantenía inmóvil en el suelo, mirando con terror a los intrusos. Éstos se llamaban el uno al otro, como un matrimonio ante un desastre repentino. La palpitación de los tres animales asustados era violenta. Metió la jaula en el armario. La pareja se reunió, llamándose mutuamente, y el pájaro desparejado se mantuvo tímidamente solo.
Esto no convenía. Los separó, pero entonces sintió una gran piedad por la hembra solitaria. La puso con el macho nuevo. El macho llamó a la pareja con quien le habían separado, y no se acercó a la otra; pero con el tiempo llegaron a dormir muy juntos. Cuando volvió a reunir a los tres pájaros al día siguiente por la tarde, la conmoción no fue tanta como la víspera. Los tres se durmieron formando un solo ovillo, dos cabezas, una a cada lado, entre las plumas del tercero. Se acostó con la jaula junto a la almohada.
Pero cuando se despertó a la mañana siguiente, dos dormían como una cálida bola de algodón. El tercero yacía muerto bajo la percha, con las alas medio extendidas, las patas rígidas y los ojos entreabiertos. Como si no conviniera que los otros vieran el cadáver, lo sacó y, sin decírselo a la criada, lo tiró al cubo de la basura. "Una horrible especie de asesinato", pensó.
¿Cuál había muerto?, se preguntó, contemplando la jaula. Contrariamente a lo que hubiera esperado, el superviviente parecía ser la hembra antigua. Su afecto por la antigua era mayor. Tal vez el favoritismo le hizo pensar que era la superviviente.
Sobre pájaros y animales, Yasunari Kawabata, 1961.
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