13 de enero de 2006

Sistema electoral

Lo que son las cosas. Llevaba ya algún tiempo dándole vueltas a la idea de escribir un artículo sobre ese mito, tantas veces repetido, de que con el sistema electoral español los escaños que deberían corresponder a IU acaban en poder de los partidos nacionalistas. Y mira tú por dónde que ayer me topo con esta campaña iniciada por IU Castilla-La Mancha.
Si pincháis el enlace anterior, puede que lo primero que os sorprenda es que esta campaña centra sus quejas en PSOE y PP y no en los partidos nacionalistas. Pero es que resulta que, frente a lo que acostumbran a decir muchos sectores de la derecha (y algunos de la izquierda como Rodríguez Ibarra), el hecho es que los escaños de IU se los llevan los dos partidos mayoritarios. En Malaprensa hace tiempo que realizaron los cálculos sobre qué habría pasado en las últimas elecciones generales con una circunscripción única en lugar de circunscripción por provincias. Los datos son claros.
Tenía pensado escribir aquí una explicación detallada sobre por qué ocurre esto y cómo podría solucionarse, pero sería imposible hacerlo mejor de lo que lo ha hecho Pablo Moreno en su blog. Merece realmente la pena leer con detenimiento este artículo por su exhaustividad y porque además ofrece la visión que da sobre el tema su amigo Felipe, votante del PP.
Quiero realizar dos apreciaciones sobre el artículo de Pablo Moreno. La mayor parte de los condicionantes de nuestro sistema electoral -que sean exactamente 350 los diputados, que el mínimo por provincia sea 2 o que se emplee la Ley D'Hont- se establecieron por la Ley Orgánica de Régimen Electoral General en el año 1985. Para modificarla, bastaría con asegurarse la mayoría absoluta de Congreso. El problema es que el defecto principal viene del hecho de que la circunscripción electoral sea la provincia, lo cual aparece marcado en la misma Constitución, por lo que, tal y como está el panorama hoy en día, veo difícil que se lograra el consenso suficiente para su modificación (mayoría de 3/5 en ambas Cámaras).
En segundo lugar, está el asunto que comenta Pablo sobre las listas abiertas o cerradas y la disciplina de voto. Ambos sistemas tienen sus ventajas y sus inconvenientes.
Con un sistema sin disciplina de voto, los debates parlamentarios cobran una relevancia más allá del mero espectáculo mediático, ya que un discurso convincente y una retórica afilada pueden provocar sorprendentes vuelcos en las votaciones.
La contrapartida es que la votación a la persona puede favorecer en ciertos casos el clientelismo político y la aparición de caciques locales. Durante toda la época de la Restauración, el caciquismo fue una práctica esencial del régimen de turno de partidos. Los partidos de Cánovas y Sagasta iban ocupando por turnos el poder gracias a ese control del electorado por parte de los caciques. Y, probablemente, algunas de las posibles incoherencias de nuestro sistema electoral actual vengan de la intención de evitar el surgimiento de estas prácticas para nada democráticas.

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